jueves, 22 de julio de 2021

El horizonte desde el tejado


RESEÑA DEL LIBRO ‘DESDE EL TEJADO’ DE CARMEN MANZANEQUE

 Título: Desde el tejado

Subtítulo: Cuando las cosas se ven de otra manera

APSD: No sabía que más allá de esa línea del horizonte le esperaba el destino.

Autor: Carlos Bustamante Burgos.

     Carmen Manzaneque nos vuelve a sorprender con su tercera novela. Una novela que entreteje con memorias y recuerdos del pasado ─de su pasado─ una historia muy de verdad, muy ‘de esas que salen del corazón’ porque rinden homenaje a esos pequeños o grandes héroes que salieron de muchos pueblos de una España rural para emigrar. Estos héroes anónimos, que reconstruyeron una España desde cero, toman nombre en la obra El horizonte desde el tejado, recientemente publicada por la editorial Círculo Rojo. Una obra que rinde un bello y emotivo homenaje a Irene (a su vida) y a otros personajes que tejen la trama de esta obra: Fabiola, Sofia, Matilde, Didier, Arturo, Leandro, Valentine, Manuel, Marcel, Martina y tantos otros. Todos ellos muy bien construidos y a quienes se les llega a amar u odiar por diferentes motivos.

      La trama da vida a dos familias que a caballo entre el presente y el pasado, el destino unirá y separará a sus personajes. Una historia que comienza como la de la propia escritora quien en 1962 se traslada a Madrid junto a su familia para regresar de nuevo al pueblo, a casa de su abuela, porque su padre emigraba a Alemania tres años más tarde.

    Una novela sublime que refleja la poliédrica cara de la condición humana: solidaridad, egoísmo, amistad, amor, intolerancia, miedo... con un amplio abanico de escenarios, pasando de la Mancha a Madrid, de Alemania a Francia.

       La novela arranca con una Irene que, oteando el horizonte casi infinito desde el tejado de la casa de su abuela, cosa que no sucedía en el piso de Usera, se pregunta si siempre será así. Cree saber la respuesta, pero quién está seguro de lo que nos deparará la vida, y menos con ocho años.

      Hace un uso magistral del lenguaje y de los diálogos. Cosa a la que nos tiene acostumbrados ya que así reflejó en sus dos anteriores novelas: Donde brotan las violetas y Junio amaneció nublado.

      En definitiva, se trata de una obra muy humana, en el que no faltan las sonrisas, y en la que las penurias y los desaires se desarrollan con una gran maestría:

 

       —Claro que no lo entiendes. No entiendes nada. Hablar contigo es como hablarle a una mula. —Y luego, en un susurro apenas, acabó de desahogarse—: Tienes menos sentimientos que tus putas magdalenas.

       Esa última frase golpeó a Matilde en su orgullo, que era el lugar donde más le dolían los golpes. Respiró hondo intentando controlarse. Había venido en son de paz; pero, no iba a consentir el desprecio, eso sí que no. Se levantó aparentando una calma que no sentía, cogió la bandeja de las magdalenas, se acercó a la ventana, abrió decidida y las arrojó a la calle. 

 

     Una obra excelente que refleja la Historia de una España de no hace muchos años y por la que felicitamos afectuosamente a su autora.

      CARLOS BUSTAMANTE BURGOS.

Emmanuel Carrere


ARTÍCULO SOBRE EL GANADOR DEL PREMIO PRINCESA DE ASTURIAS DE LAS LETRAS 2021.

 Título: Emmanuel Carrère, Premio Princesa de Asturias.

Subtítulo: Los demonios de un escritor.

Autor: Carlos Bustamante Burgos.

     Emmanuel Carrère suma un reconocimiento más a su carrera. Esta vez ha sido reconocido con el Premio Princesa de Asturias de las Letras 2021. Si los premios son injustos porque dejan a otros muchos sin ese reconocimiento del que también deberían disfrutar al igual que el ganador, esta vez, se ha hecho justicia con un hombre que destaca por ser el máximo exponente de un tipo de literatura denominada autoficción. Su literatura se basa en hechos reales y es esto lo que le ha hecho ser considerado uno de los renovadores de la literatura de no ficción. Todo lo que impregna su vida se convierte en novela. Todo lo que le provoca caer en intermitentes depresiones se convierte en best seller.

     Muchas de sus obras han  llegado al cine. Una de sus primeras obras fue llevada a las pantallas en 1998, La clase de nieve, que se alzó con el premio del jurado del festival de Cannes, siendo el mismo guionista de la versión cinematográfica homónima de su propio libro. A continuación, escribiría como guionista: El adversario, El bigote, Regreso a Kotelnich, Estoy triste, mi madre está viva, Todos nuestros deseos, Fractura, Paseando con Molière, El ángulo muerto, Entre dos mundos y un largo etcétera.

     Ha sabido compaginar su vida de escritor con la de guionista. Ha sabido sacar provecho a sus vivencias y convertirlas, cual Rey Midas, en éxitos literarios y fílmicos. Ha sabido convertir cualquier bajada a los infiernos o cualquier depresión en una excusa para hablar de sí mismo y convencer a sus millones de lectores.

     Su explosión en el mundo literario llegó con El adversario, novelando la historia de un parricida que le hizo tambalear psicológicamente. Más tarde, Una novela rusa, donde la locura y el horror obsesionó más que nunca al autor. Decidió tras el éxito de El adversario, huir, dejarlo todo buscando un reportaje en Rusia, buscar un pasado oculto de colaboración con los nazis por parte de su abuelo materno y del que su madre guardó herméticamente un silencio que avergonzaba a la familia. A la vez, escribía un relato erótico para su amante. Relato que interrumpió; sucedió un crimen horrendo y de repente todo su mundo de tambaleó. Fue una nueva crisis.

    Otro de sus libros, y siguiendo la estela de ‘lo ruso’ e influenciado por su madre, Hélène Carrère d'Encausse historiadora, miembro de la academia francesa y eurodiputada del partido de Nicolás Sarkozy es Limónov, cuyo personaje principal no es un personaje de ficción, si no un personaje de carne y hueso, un poeta y disidente ruso que fue encarcelado y que falleció el pasado año 2020. Lo importante de esta obra podría ser el libro en sí mismo, pero yo quiero que el lector se fije en la importancia que tiene Rusia en la vida de Carrère y que de forma periódica sale a flote en la vida del escritor.

     En 2011, tras sufrir una nueva recaída —se muere su cuñada debido a un cáncer y la hija de unos amigos por el Tsunami de Sri Lanka de 2004. Y a ello se le suma la crisis de pareja que arrastraba desde hacía tiempo—, edita De vidas ajenas. Tener tan cerca a la muerte le hace decaer de nuevo y engendra una novela en la que va adentrándose en una espiral de historias dolorosas, donde una primera historia da paso a una segunda. Y a una tercera. Y a una cuarta. Todas teniendo como antecedente la anterior, pero cobrando una vida descarnada donde la crítica al sistema judicial queda patente.

    Más tarde, edita El reino. La obra es fruto de su acercamiento a las sagradas escrituras (y más concretamente al Evangelio de San Lucas) tratando de buscar una ayuda. Se trata de otro libro difícil, un híbrido entre memoria, ensayo y ficción en el que entremezcla dos historias en dos tiempos que distan dos mil años. En una se refleja a sí mismo en un momento de crisis personal debido a su tormentosa relación de pareja y al alcoholismo; y en la otra, indaga en los orígenes del cristianismo. Se interesa por la vida de San Lucas y de Pablo de Tarso, pero sobre todo en el mensaje de transgresión del cristianismo con respecto a los cánones establecidos en aquella época. También le interesa esa fe desbordante que se aleja de la razón. Lo que le hace llegar a la conclusión de que mayoritariamente nos movemos por conductas irracionales e insondables.

     Finalmente quiero acercar al lector su obra Yoga. No se trata de un manual sobre yoga ni un libro de autoayuda ni de una novela, pues Carrère no sabe el oficio de novelista. El siempre abarca una escritura difícil, que es denostada y ensalzada a partes iguales por el lector que se acerca a su obra. No debemos perder de vista que Emmanuel es un escritor que se mueve en el producto híbrido. De ahí su innovación.

    Yoga es un libro que vuelve a retomar la constante crisis de pareja que siempre vive, de la ruptura de esa relación tóxica y sus consecuencias. También incluye el terrorismo islamista, el drama de los refugiados; y de forma tangencial, el yoga, que el escritor practica desde hace veinte años; y que, paradójicamente, busca mediante él con técnicas de concentración un mayor control físico y mental. Un control mental que le está vetado, en parte debido a su gran ego, y que forma parte de la génesis de sus obras y de no encontrar una estabilidad en su vida y en sus relaciones de pareja. Emmanuel Carrère tiene más demonios que lo atormentan: otro, son los celos que manifiesta sentir por el éxito del escritor Michel Houellebecq.

     Ahora parece tocar el cielo aunque seguramente sea por poco tiempo—. El jurado del Premio ha destacado su capacidad para borrar las fronteras entre la realidad y la ficción y la indagación que hace de la condición humana mientras se suceden en el mundo los más atroces crímenes, las catástrofes naturales más convulsas o los relatos más corruptos de un sistema que nos engulle.


     CARLOS BUSTAMANTE BURGOS.

Bajo la nieve


PRESENTACIÓN DEL LIBRO ‘BAJO LA NIEVE’ DEL ESCRITOR ALMAGREÑO ÁNGEL LUIS MORAGA

 Título: ¿Qué hay bajo la nieve?

Subtítulo: Bajo la nieve de Ángel Luis Moraga

APSD: Dos alumnas y una profesora sepultadas por un alud

Autor: Carlos Bustamante Burgos.

      Ángel Luis Moraga se ha convertido en un referente dentro del ámbito educativo. Con una poliédrica faceta que atiende desde su formación pedagógica especialista en educación especial y audición y lenguaje a su participación en proyectos solidarios y actividades culturales y educativas, pasando por una de sus pasiones, la escritura. Recientemente ha publicado su última obra, titulada Bajo la nieve. Se trata de una compilación de diez cuentos, todos ellos originales, inéditos e independientes vertebrados en torno a una misma trama: tras quedar atrapadas en un refugio de montaña una profesora de educación secundaria junto con dos de sus alumnas a raíz de un fatídico accidente provocado por un alud, mientras aguardan estas a ser encontradas y rescatadas, decide la tutora de las chicas contarles una serie de historias, a cuál, más sorprendentes y descarnadas. Historias que la docente rescata de su memoria para hacer la espera más llevadera, si cabe, con el único propósito de tener entretenidas a las chicas en un momento tan tenso como por el que están pasando a la espera de ser liberadas del peso y cautiverio de ese manto blanco que las cubre.

     El escritor almagreño nos presenta esta vez unos cuentos que tienen a las mujeres como protagonistas. El autor de las anteriores obras: El niño del desierto, La mirada del chacal, Las hierbas secretas del otro lado del mar y Salamo, esta vez, y de la mano de la Editorial Ledoria, se adentra en unas historias por las que desfilan los personajes más variopintos, originales, raros, extraños… Todos ellos movidos por sentimientos humanos tan antiguos y patéticos como la dominación, la envida, la lujuria o la venganza.

     Los libros de Moraga no se pueden clasificar con una sola etiqueta; me recuerdan a los del recientemente galardonado con el Premio Princesa de Asturias de las letras 2021, el polémico Emmanuel Carrère. Ángel Luis es un escritor que combina con maestría los diversos géneros. Por ejemplo, en otro libro suyo, Salamo, pudimos observar cómo mezclaba el reportaje histórico con la novela para crear una obra que como muchas de las suyas excede de las ochocientas páginas y mantiene al lector con la atención hasta la última de ellas.

     Recuerden este nombre, Ángel Luis Moraga.

 


      CARLOS BUSTAMANTE BURGOS.

 


Dorothy Parker

ARTÍCULO SOBRE LA ESCRITORA NORTEAMERICANA DOROTHY PARKER.

 

Título: Dorothy Parker.

Subtítulo: El origen del mito. El origen de la Generación perdida.

Autor: Carlos Bustamante Burgos.

 

     Mucho se ha hablado y escrito sobre Dorothy Parker, pero ¿quién era Dorothy Parker en realidad?, ¿por qué trasciende esta en una generación plagada de estrellas?

     Su poesía, marcada por sus intentos de suicidio; su imagen —unida al whisky y al cigarrillo— en una vida excéntrica y siempre decadente; y sus críticas, con artículos polémicos y pendencieros.

     Siempre rodeada por figuras como Scott Fitzgerald, Dos Passos y Hemingway. Se la veneraba y odiaba a partes iguales, pero en lo que sí coincidían todos era en el temor que los infundía. Nunca se casaba con nadie. Nunca decía nada a medias tintas. Dorothy Parker es un mito de la «generación perdida» gracias al personaje, que trascendió a su obra literaria; y no sería hasta pasado un tiempo que su obra literaria fuese juzgada con justicia.

     Dorothy Parker fue una mujer de apariencia frívola y alegre, pero tras esa apariencia se escondía una mujer siempre en caída. Obras como La soledad de las parejas o El banquete de palabras no solo está fotografiando a una sociedad sin rumbo, sino a su infierno personal con ese deseo constante de la muerte.

     Guionista en Hollywood y corresponsal en España durante la Guerra Civil, Dorothy Parker fue una mujer que se hizo a sí misma gracias a sus dotes intelectuales, a su ingenio y a la mordacidad de sus críticas en Vogue o Vanity Fair que realizaba de esa América que quería romper con la herencia europea. Huérfana de madre a los cinco años y de padre a los veinte, quedó marcada por dos sucesos: el primero, un triple conocimiento muy cercano de la muerte (la de su madre, la de su padre y la de su tío paterno que falleció en el hundimiento del Titanic) y del sabor efímero de la felicidad; y el segundo, con dieciséis años, entrar a trabajar como pianista en una escuela de baile, lo que le hizo conocer el lado más frívolo y loco de la vida.

     La muerte de su madre junto al carácter de una mujer ultracatólica (la segunda esposa de su padre) le haría perder todo tipo de fe y la visión idealizada de una vida puritana. Esto forjaría su carácter y su actitud ante la vida. Escribe poemas para evadirse de una realidad que no le gusta, que le ha privado de su madre y que más tarde también le privaría del padre. Es precisamente, un año después de la muerte de su padre cuando decide en 1914 vender sus poemas a Vanity Fair. Le compran un primer poema y madura la idea de vivir escribiendo en los medios. Sabe que vivir de la venta de poemas es difícil, aunque sea lo que ella quiere hacer, a lo que se quiere dedicar. También sabe que es más fácil vivir como colaboradora de cualquier revista. Bien mirado, también es escribir y vivir de la escritura.

     De este modo, utiliza, a modo de tarjeta de presentación, la publicación de su poema Any Porch en Vanity Fair para pedir trabajo como redactora en la revista Vogue que también pertenecía al grupo empresarial Condé Nast. Tres años más tarde cree que la felicidad no le está vetada porque se dan dos acontecimientos que, a sus ojos, la colman de felicidad: sustituye a P.G. Wodehouse como crítica de teatro en Vanity Fair y se casa con el corredor de bolsa Edwin P. Parker. Tras diez años de infeliz matrimonio se divorcian. De él mantuvo para siempre su apellido, con el que ha pasado a la Historia.

 

     Mientras crecía su prestigio como crítica, con frecuencia escribía sus breves, pero incisivos poemas en las páginas de los diferentes medios en los que trabajaba. En 1926, publicó su primer libro de poesía,  Enough Rope , que inmediatamente se reveló como Best seller. Más tarde se sucederían Sunset Gun  (1928) y Death and Taxes  (1931). 


     La poesía de Parker refleja sin lugar a duda su brillantez, pero también por la eterna crisis en la que vivía constantemente.

 

     ¿Pero qué fue lo que le hizo trascender a una época?, ¿qué fue lo que le hizo ser representante de la generación perdida?

 

     Parker con un verso “flapper” (ligero) supuso una punzada para parte de una sociedad estadounidense conservadora que veía con malos ojos la visibilidad de la mujer en una sociedad marcada y dirigida por los hombres.

 

     Las flappers eran las chicas que bailaban, iban a fiestas, iban a la moda, eran chicas cínicas, frescas, descaradas, seguras de sí mismas y de una vitalidad. Fueron fruto de los locos años veinte, una época marcada por la prosperidad económica tras la PGM, el inconformismo, el deseo de ser libre, de vivir y disfrutar de la vida, la creatividad, la nueva sexualidad, la moda…


   Estados Unidos buscaba su propia idiosincrasia y se alejaba cada vez más de la herencia del viejo continente, reminiscencia de un pasado que querían perder de vista. Norteamérica quería liderar un mundo nuevo, marcado por el pragmatismo y la democracia.

   Hay un acontecimiento que marcó un antes y un después, fue el retorno de las tropas americanas enviadas al frente durante la Primera Guerra Mundial, especialmente a Francia. Tropas compuestas por más de cuatro millones de jóvenes.

     El nuevo sueño americano exigía romper con la tradición y articular un estilo de vida que poco tenía que ver con el mundo de los pioneros basado en el ahorro y en la moral puritana.  La desilusión por los horrores de la guerra, el rechazo a los valores de la generación anterior (patriotismo, coraje, masculinidad), la decadencia, la visión distorsionada “del sueño americano”, los roles de género, etc., hicieron que una generación completa buscase el lado hedonista e inconformista de la vida, criticando lo que no les gustaba de la sociedad puritana en que vivían y luchando por los derechos que creían tener mermados.

    Para Parker, Hemingway y otros escritores de la generación perdida París fue una fiesta; por contra, para el puritanismo era una ciudad de pecado y perdición.

     La lucha contra las modas y modismos traídos de Francia, los inventos de la época, la nueva música, la «Era del Jazz, blues y Charleston», el consumo de drogas, la Ley seca —en vigor entre 1920 y 1933— quebrantada con la connivencia de las autoridades, la cruzada contra cualquier atisbo de liberación sexual, la censura en los estudios de Hollywood … eran mecanismos que pretendían poner freno a las nuevas costumbres de la juventud por parte de un puritanismo que militaba entre los republicanos y demócratas.

     La juventud se familiarizaba con nuevas experiencias sexuales como el petting, en un mundo poblado por las flappers. Se pusieron de moda los petting parties (fiestas de tocamientos), donde jóvenes de ambos sexos se reunían para un intercambio de besos y caricias, sin llegar a la penetración; y siempre bajo la presencia del resto de invitados. 

     La juventud, también se dejó arrastrar por el mundo de la drogadicción; muchos de los soldados heridos en el frente se hicieron adictos al uso de estas. Esto fue abarcando también a aquellos jóvenes que nunca las necesitaron como distinción, moda o estatus social en un principio, para posteriormente generalizarse en todas las clases sociales.

    Los Estados Unidos se convirtieron en líderes de la economía mundial tras la Primera Guerra Mundial. El «estilo de vida americano» se caracterizaba por el consumo (automóviles, comida, vestido, electrodomésticos…), estimulado por la publicidad y facilitado por el crédito personal o las ventas a plazos. También se convirtieron en objetos de consumo: los espectáculos (cine, deportes, teatro); la alta costura; y la asistencia a clubes y salas de baile (jazz, charleston, blues).

     En Estados Unidos, estos valores del éxito, la iniciativa y el esfuerzo individual impulsaron una búsqueda de la “felicidad” que se podía comprar e incluso a plazos. La pobreza y el fracaso se interpretaban como signos de pereza, falta de inteligencia, debilidad e incompetencia.

     Dentro de los grupos, en un primer momento, elitistas o si se quería formar parte de estos se debían adoptar todas las modas, usos y costumbres, entre ellos el del consumo de drogas: opiáceos, heroína, morfina, cocaína, efedrina… La droga les daba un aporte extra de felicidad; el alcohol, experimentar la sensación de quebrantar la ley establecida dominada por los grupos puritanos.

     Grupos puritanos como YMCA e instituciones universitarias diseñaron toda una red de instalaciones deportivas y gimnasios para alejar a la población del alcohol y otros pecados creando una imagen del joven perfecto, simbiosis del boy scout y el atleta cristiano.

    Los jóvenes universitarios que deberían destacar solo en los campos de fútbol se encontraron con unas chicas nuevas –las flappers– que brillaban en las pistas de baile al ritmo de las grandes bandas de la época (Count Basie, Tommy Dorsey, etc.).

    Tanto las canchas deportivas como las salas de baile se convirtieron en escaparates de unos jóvenes bellos, elegantes y seductores que rompían con el pasado de sus padres.

    Los grupos puritanos que moldearon a los jóvenes hombres en el deporte y en el esfuerzo no habían contemplado que iba a surgir un nuevo tipo de mujer que respondía a la nueva modernidad. Se trataba de una mujer —la flapper— que fumaba, bebía, se maquillaba, se perfumaba, llevaba el pelo corto, vestía elegantemente, practicaba deporte, frecuentaba piscinas y playas, y bailaba al son de unas nuevas músicas indecorosas.

    La mujer que trabaja codo con codo junto a los hombres en empresas y oficinas reclamaba el sufragio universal; era una nueva mujer que quería romper con el siglo anterior.

    La mujer comparte diversión en las salas de fiesta con el hombre, hace gala de coquetería, contempla una sexualidad libre al margen de la procreación, sin demasiados compromisos y que incluso –es el caso de Dorothy Parker– llega a abortar.

    Philipp Blom, en su libro Años de vértigo, califica al flapperismo como una corriente alegre y libre, entre el hedonismo y el nihilismo, que coincide con los «felices años veinte», con nuevos ritmos musicales (jazz, charlestón, etc.) y nuevas costumbres sexuales.

    La flapper es una mujer atractiva que encuentra un icono en una imagen publicitaria: la de Betty Boop inspirada en la cantante Helen Kane, una verdadera flapper que, según Blom, se convirtió en símbolo de la feminidad durante la depresión.

     Este nuevo tipo de mujer tenía sus propias publicaciones dedicadas a la moda, al estilo, a la vida de sociedad y se editaban en Nueva York y en ellas colaboró Dorothy Parker, como Vogue y Vanity Fair.

    Las flappers fueron precursoras de las pin-up, modelo de mujer desenfadada y atractiva que además de ilustrar los calendarios se impuso a partir de la Segunda Guerra Mundial. Una de ellas, la actriz Betty Grable.

     Dorothy Parker fue una mujer flapper que escribió desde publicaciones para mujeres flapper. Luego más tarde como freelance siguió con sus escritos dirigidos a un público flapper que tendría que asentar día a día las bases de la igualdad. Las mismas por las que ella luchó durante toda su vida; y que como colofón de una vida de lucha contra las injusticias legó todos sus bienes, en testamento, al Movimiento de Martin Luther King.


     CARLOS BUSTAMANTE BURGOS.

¿Quién socorre al socorrista?

N.U.L. (35)

Fermín Casto Juan siempre ha sido un hombre con poca suerte: perdió a sus padres antes de los diez años; su abuelo, que pasó a ser su tutor legal, murió dos años más tarde; y a su tío, que fue el siguiente tutor legal, lo metieron preso para una larga temporada y ya nunca volvió a salir con vida de allí. La mujer de su tío Casto no quiso saber nada de la criatura, desentendiéndose de él, alegando problemas económicos.

Sin estudios, sin futuro y sin recursos fue acumulado trabajos temporales, alternado unos y haciendo coincidir otros para sacarse un sueldo extra.

La vida pareció ir a sonreírle cuando conoció a Maru, su mujer, pero está por problemas de corazón tuvo que dejar de trabajar; y ahora es él quien debe trabajar para alimentar dos bocas.

Cuando se oyen rumores de un ERE, él sabe de sobra que será uno de los despedidos, pues siempre ha sido así y ha llegado a comprender que forma parte de su sino, contra el que decidió luchar durante una temporada, para al final desistir.

Ahora, se gana la vida como socorrista en una playa de Villajoyosa y hoy ha tenido un mal día. Empezó la mañana olvidando su comida y su móvil en casa. Lleva todo el día en ayunas y ‘en ascuas’: tuvo que lidiar con un energúmeno que subido a un peñón a la derecha de la playa hizo caso omiso en varias ocasiones a los pitidos que le lanzó, saludándole este, en plan de mofa, desde lo alto, antes de saltar al agua en repetidos saltos —lo cual hizo que avisará a la policía local para que se encargarán de él, ya que están prohibidos los saltos en esa zona de la playa—. La intervención policial fue inmediata, pero hizo montar en cólera al santo protector marino ya que estos se limitaron a amonestar solamente de forma verbal al saltador.


Más tarde, luchó contra una señora que se vio ofendida cuando él en las atribuciones de su trabajo regañó a su pequeño, al que esta había comprado una pequeña barca hinchable con remos, se dedicaba a dar, más que remazos, palazos a diestro y siniestro contra el agua y contra todos los bañistas que a su alrededor se encontraban. Lo único que recogió de esta lid fue un sombrillazo por parte de la señora.

Tuvo sus más y sus menos con los palistas, que jugando en la orilla y adueñándose de la zona, golpeaban a base de pelotazos a los bañistas y personas que tomaban el sol en la arena.

Poco antes de finalizar su jornada laboral de doce horas seguidas y creyéndose ninguneado y no respetado casi se les escaparon unas lágrimas fruto de la impotencia. La guinda fue cuando, a falta de cinco minutos y tras la petición de unos usuarios de la playa, estos le rogaron que intercediera para que unos jóvenes bajaran el volumen del altavoz. Personado en la zona, les pidió que bajaran la música, a lo cual, los jóvenes se negaron; y cuando esté les dijo que iba a dar parte a la policía, le provocaron lanzándole arena con los pies, amén de un sinfín de improperios, tales como: ‘¡Corre nenaza!’, ‘¡Uy! ¡Qué miedo!, va a llamar a su mamá’ o ‘¡Métete el dedo en el culo y sopla! No quería entrar al trapo, quedaban dos minutos para irse a casa y sopesó que sería mejor no decir nada a la pareja de agentes con los que se cruzó, una vez finalizada su jornada y recogidos sus bártulos: salvavidas, banderas, conos..., porque lo que quería era llegar a casa y descansar. De haber dado parte a los policías, tendría que haber estado más tiempo con ellos, si estos, finalmente, se dignaban a sancionarle y no como hicieron los del turno de mañana.

Cuando abrió la cerradura de la puerta de su casa necesitaba, a especie de terapia, contarle a su mujer todo lo acontecido durante su ‘día horribilis’.

—Maru, cariño, si te cuento lo que me ha pasado no te lo crees. No sé si dejar este trabajo...

Su queridísima esposa le interrumpió para decir:

—Está bien, ahora me lo cuentas, pero primero baja la basura. 


CARLOS BUSTAMANTE BURGOS.

miércoles, 21 de julio de 2021

Original y copia


N.U.L. (34)

Estaba Francisco de Goya y Lucientes pintando a orillas del río Manzanares con una brisa maravillosa cuando se le acercó un curioso.

—Disculpe, usted, maestro, ¿no cree que a ese árbol le faltan hojas? Por todo lo demás, muy bien. Lo digo sólo por el arbolito de la izquierda. Repito, to—do lo de—más, muy bien.

—Tendré en cuenta sus palabras. ¡Gracias!

Al día siguiente, cuando el maestro ya había puesto más hojitas al arbolito, por si acaso, se presentó una señora, quien quedó maravillada por lo que estaba viendo.

—¡Ay! ¡Ay! ¡Qué preciosidad! ¡Qué manos tiene! ¿Cómo podrá hacer algo tan bonito? Usted es un genio, un genio. Se lo digo yo.

Tras media hora de cháchara de la buena mujer, el maestro decidió recoger sus bártulos y marcharse.

—La tengo que dejar señora. He quedado para cenar y ya llego tarde.

—Me imagino que ha quedado con la duquesa de Alba, ¿no es así? Tenga cuidado que hay mucha gente mala y los caminos están llenos de sorpresas.

Al día siguiente, el maestro decidió cambiar de sitio, uno que fuera menos transitado y, por tanto, menos a la vista de curiosos, pero tampoco tuvo suerte. Otro admirador del maestro que se acercó donde caballete, lienzo y pintor, en una especie de simbiosis, se fundían con el paisaje, le hizo una observación que hizo explotar al maestro.

—Perdone mi intromisión, pero ese arbolito que aparece a la derecha no existe.

El maestro no pudo hacer otra cosa que decir de forma arisca que era arte y que el arte no siempre refleja la realidad, que había pintado a miembros de la realeza, nobles e ilustres que eran tan feos que una vez terminada la obra y verse bellos no reclamaban al artista, sino todo lo contrario, llegando en muchas ocasiones a pagar un extra a la cifra inicialmente acordada.

Don Francisco dudó si seguir pintando en exteriores o volver a su taller. Finalmente se decantó por salir, pero esta vez acompañado de su sobrina Galatea. Ella le preguntó por lo que estaba pintando. A lo que su tío respondió que una escena a orillas del Manzanares. Cosa que le extrañó a la joven, ya que se habían ido al curso alto del mismo, donde el río se llama Guadarrama, pero no le hizo ninguna observación, pues su tío le puso al tanto y le pidió que no permitiese a nadie que se acercara a mirar o a hablar; por lo tanto, ella, mutis.

Pero como nunca hay dos sin tres, un noble que había sido pintado por el docto pintor lo reconoció desde lejos y se acercó, siendo obstaculizado por su sobrina. Al vociferar el noble ante el impedimento de la buena sobrina, el maestro levantó la vista del lienzo para indicar a su sobrina que le dejase acercarse, cosa que airó a la moza y que, por ende, sirvió de excusa para no volver a acompañar al genio.

El noble, admirador y mecenas de él, le hizo la observación de ciertas nubes que don Francisco había plasmado y que el esmerado observador no veía por ninguna parte en el cielo.

Ni que decir tiene cómo fue la vuelta a casa, con las caras largas de ambos, además de reproches y tensiones varias.

Al cuadro ya, casi finalizado, le restaban pocos detalles. Por lo tanto, el último día del señor Goya, por muy lleno de mirones y curiosos que merodeasen, cual moscas, no le estropearían el día, pensó don Francisco. Más decidido que nunca volvió al Manzanares, plantó su puesto y se puso manos a la obra; a dar las últimas pinceladas entre las alabanzas del vulgo y enhorabuenas de los más cercanos al caballete. En esto que llegan los ‘mangas verdes’ —para que el lector más joven llegue a comprender, son unos agentes cuyo equivalente es la actual policía—, y le piden los papeles que le autoricen a pintar al aire libre. Incrédulo por lo que acababa de escuchar, se encaró a los agentes gritando a los cuatro vientos: que qué es eso de los papeles, que si no tienen otra cosa más importante que hacer, que él no molesta a nadie.

Oído esto, se abalanza un hombre muy ofendido y les pide a los ‘mangas verdes’ que lo lleven ante el juez, que le ha pintado en el cuadro y eso va en contra de la ley de protección de datos, contra la ley de protección intelectual y contra el buen gusto, pues él era más guapo que el monigote que aparece en el cuadro.


CARLOS BUSTAMANTE BURGOS.

martes, 20 de julio de 2021

La más perfecta educación


          N.U.L. (33)

Estrato de Lampsaco fue... (A ver si el lector me puede entender.) discípulo de Aristóteles, pero con él la doctrina de su maestro degeneró y se transformó en un naturalismo tan favorable al materialismo como contrario a las palabras de su maestro.

Si Aristóteles recogió el testigo de su maestro y brilló al igual que hizo Platón con Sócrates, ¿por qué Aristóteles no tuvo suerte con Estrato? ¿En qué falló el maestro? ¿La culpa es del profesor o es del alumno? ¿Aristóteles le tenía manía?, como suelen decir los jóvenes, ¿o era el alumno díscolo, el que cuestionaba a su maestro por eso de la máxima de ‘no creer si no se ve’? Bueno, esto es de San Agustín, y no viene al caso incorporar más personajes, y menos ex tempore.

Un día, se acercó Aristóteles a su alumno al verle triste y se interesó por el motivo de su estado de ánimo. Estrato le dijo que había discutido con un amigo, pero, para poder ayudarle, el maestro quiso saber más:

¿Qué clase de amigo es?

Pues, un amigo, como cualquier otro. No sé.

Es tu amigo, ¿y no sabes cómo es?

A decir verdad, tampoco sé lo que es la amistad.

¡Qué pena!

Si usted, maestro, fuera condescendiente conmigo y tuviera tiempo, ¿sería tan amable de explicármelo?

 Tiempo, lo que se dice, tiempo, era lo que más les sobraba a estos griegos que no trabajaban y se pasaban los días pensando, unas veces por encargo y otras, por diversión. Llegados hasta aquí, el lector puede pensar que eran unos tipos muy raros, por eso de cultivar la mente, pero piense si no seguimos haciendo lo mismo tres mil años después, pero con el cuerpo, metiéndonos horas y horas en un gimnasio para cultivar algunos cuerpos que ni Rubens podría aprovecharlos.

El maestro, comprensivo y cercano hacia su pupilo, le explicó:

Tenemos tres clases de amigos: aquellos que lo son por interés, ya que ambos sacamos beneficio en nuestra relación; aquellos que lo son por el placer de pasarlo bien, pero no existe ningún tipo de intimidad compartida entre nosotros; y por último, y más perdurables en el tiempo, aquellos que valoramos recíprocamente las virtudes del otro y queremos estar cerca. Estos son los amigos de siempre o para siempre, ya que se construyen entre ambos una especie de mundo común, en el que compartimos pensamientos, aficiones, experiencias, recuerdos y un sentimiento muy fuerte de unión y complicidad que nos hace querer vivir en proximidad. No sé si lo has comprendido o si yo me he explicado bien.

¡Claro que sí, amigo!

Perplejo, Aristóteles, negó con la cabeza, para explotar diciendo:

Y a ti, ¿quién te ha dicho que seamos amigos? dándose la vuelta y alejándose del educando de forma incrédula y molesta. ¡Hay que joderse con el tipo! Esto pasa con tantos cambios normativos en la Educación. ¡Si la culpa no la tiene él...! ¡El de amigo! A cualquier que se lo cuente, no se lo cree. ¡El de amigo! 


         CARLOS BUSTAMANTE BURGOS.

lunes, 19 de julio de 2021

El hábito de los monjes

N.U.L. (32)

Mi hermano inglés, John Midmay, me invitó hace ahora tres años a pasar unos días en Londres. Él había estado un año antes en mi casa de la playa, en Mojácar. Para no perder la amistad, por el paso del tiempo, firmamos un pacto de sangre por el cual nos comprometimos a visitarnos de forma alternativa una vez al año.

Una de las sorpresas que me tenía preparada John era la asistencia a una ópera, concretamente al festival de Glyndbourne. Salimos de la estación Victoria con destino a Lewes. Ya en el tren, era más que curioso ver a nobles y alta sociedad vestidos con frac, ellos; y de largo, ellas, portando cestas para picnic y sillas plegables. Aunque al lector le pueda sonar chocante que gente con personal de servicio sean ellos los que porten con el peso. Es una tradición que se remonta a los años treinta del siglo pasado y en la cual se estableció de forma no escrita el veto a dicho personal. Con los años, una actividad que en un principio estaba vetada al pueblo, se democratizó, siempre y cuando el interesado pudiera pagarse su billete. Cuando John compró los billetes no había pensado en mí, era una sorpresa para su, hasta hace poco, última pareja, David, un tipo negro muy divertido procedente de Isla Martinica, y a quien su familia había repudiado por su inclinación homosexual. Como John no estaba por la labor de renunciar a tal espectáculo me insistió varias veces en que tenía que estar en Londres antes del dieciocho de julio, último día que se representaba Madama Butterfly. ¡Yo, ¿cómo poder negarme a ver a Cio-Cio-San esperando el regreso del barco de Pinkerton?; y a esa espectacular aria, 'un bel dí, vedremo'! Tengo que decir que, llegada esa parte de la ópera, siempre empiezo a llorar hasta que termina la obra.

Cuando restaban quince minutos para el final, miré a John, quién desbordaba en su rostro una emoción inusitada, y le pregunté:

¿Te emociona la obra, como a mí?

No, lo que me emociona es verme rodeado de tanta gente guapa. Nunca había estado con tanto noble y gente de la alta sociedad. Es un sueño.

Pues disfruta de tu sueño; se termina en quince minutos.

¿Tienes que ser tan duro y desagradable?

No, John, no. Es la vida..., es la vida. Para los pobres la vida es así, dura y desagradable. No somos como ellos, aunque vistamos de forma muy parecida, ni siquiera nuestras ropas son las mismas. 

CARLOS BUSTAMANTE BURGOS.


domingo, 18 de julio de 2021

En medio de la madrugada


N.U.L. (31)

Cuando Margarita Batancourt propuso matrimonio a Sebastián Daroca, este solo dijo dos cosas: la primera, preguntó si no era demasiado pronto para ello - a lo que su novia respondió que llevaban catorce años de noviazgo-; y la segunda, que solo accedía si la santa renunciaba a la idea de la maternidad. A regañadientes tuvo que aceptar Margarita, aunque siempre albergó la posibilidad de hacerle cambiar de opinión. Sebastián era un hombre de principios y su palabra valía más que la ley. No le gustaban los niños, ni sus sobrinos siquiera, motivo por el que veía poco o nada a la familia propia y a la política. Tampoco le apetecía compartir sus cosas, despacho, tiempo, casa, sueldo ni nada con unos hijos que lo único que dan son disgustos o quebraderos de cabeza. Era un hombre amante del silencio, de la limpieza y del orden. Tenía el coche más limpio y mejor cuidado que el día que lo sacó del concesionario. Muchas veces mandaba a su mujer ir andando a cualquier sitio por lejos que estuviera para que no manchara el impoluto interior del auto. Su despacho le estaba vetado a su esposa, pues no quería que está moviera de posición cualquier papel estuviera donde estuviera; él se encargaba de limpiar su despacho y como no se fiaba mucho, llegó a poner cerradura por si acaso. En su trabajo fue ascendido en múltiples ocasiones más que por su valía o talento, por el orden, la escrupulosidad y la limpieza de su trabajo.


      Una noche, ya de madrugada, a eso de las tres o cuatro le despertaron a él y a su santa esposa, que dormía en otro dormitorio, una serie de desesperados timbrazos que no cesaban. Se trataba de su vecino, con el que, a penas, había cruzado conversación en cuatro o cinco veces, no así, Margarita, que hablaba con todas sus vecinas y que había entablado una cordial y buena relación con la mujer del hombre del timbre. El joven vecino, hecho un matojo de nervios, dijo de forma atropellada que su también joven esposa estaba de parto, que tenía unas muy fuertes contracciones y que ya se encontraba fuera de cuentas.


       Margarita, siempre mujer fiel y sumisa, esta vez, tomó el timón de la situación y le ordenó al señor Sebastián que cogiera las llaves del coche y se llevará a la pareja al hospital. Sebastián que nunca había visto a su mujer con semejante semblante y autoridad, reculó y cumplió a pies juntillas el mandato de la santa.


      El camino a esas horas de la madrugada, aunque ausente de tráfico, se hizo interminable, sobre todo con el silencio y la tensión del momento, solo roto por los dolores y jadeos de la parturienta. El joven para romper un poco el hielo terminó por hablar:


       —No sé cómo agradecerte esto.


     —De dos maneras: no volviendo a tutearme; y la segunda, pidiendo a su mujer que aguante un poco y no rompa aguas hasta una vez llegados al hospital. 

CARLOS BUSTAMANTE BURGOS.

¿No cesará este rayo? MIGUEL HERNÁNDEZ

 VÍDEO Nº 2 De la colección ANTÁRTICA POÉTICA Canal de YouTube ¿No cesará este rayo que me habita el corazón de exasperadas fieras y de frag...