martes, 20 de julio de 2021

La más perfecta educación


          N.U.L. (33)

Estrato de Lampsaco fue... (A ver si el lector me puede entender.) discípulo de Aristóteles, pero con él la doctrina de su maestro degeneró y se transformó en un naturalismo tan favorable al materialismo como contrario a las palabras de su maestro.

Si Aristóteles recogió el testigo de su maestro y brilló al igual que hizo Platón con Sócrates, ¿por qué Aristóteles no tuvo suerte con Estrato? ¿En qué falló el maestro? ¿La culpa es del profesor o es del alumno? ¿Aristóteles le tenía manía?, como suelen decir los jóvenes, ¿o era el alumno díscolo, el que cuestionaba a su maestro por eso de la máxima de ‘no creer si no se ve’? Bueno, esto es de San Agustín, y no viene al caso incorporar más personajes, y menos ex tempore.

Un día, se acercó Aristóteles a su alumno al verle triste y se interesó por el motivo de su estado de ánimo. Estrato le dijo que había discutido con un amigo, pero, para poder ayudarle, el maestro quiso saber más:

¿Qué clase de amigo es?

Pues, un amigo, como cualquier otro. No sé.

Es tu amigo, ¿y no sabes cómo es?

A decir verdad, tampoco sé lo que es la amistad.

¡Qué pena!

Si usted, maestro, fuera condescendiente conmigo y tuviera tiempo, ¿sería tan amable de explicármelo?

 Tiempo, lo que se dice, tiempo, era lo que más les sobraba a estos griegos que no trabajaban y se pasaban los días pensando, unas veces por encargo y otras, por diversión. Llegados hasta aquí, el lector puede pensar que eran unos tipos muy raros, por eso de cultivar la mente, pero piense si no seguimos haciendo lo mismo tres mil años después, pero con el cuerpo, metiéndonos horas y horas en un gimnasio para cultivar algunos cuerpos que ni Rubens podría aprovecharlos.

El maestro, comprensivo y cercano hacia su pupilo, le explicó:

Tenemos tres clases de amigos: aquellos que lo son por interés, ya que ambos sacamos beneficio en nuestra relación; aquellos que lo son por el placer de pasarlo bien, pero no existe ningún tipo de intimidad compartida entre nosotros; y por último, y más perdurables en el tiempo, aquellos que valoramos recíprocamente las virtudes del otro y queremos estar cerca. Estos son los amigos de siempre o para siempre, ya que se construyen entre ambos una especie de mundo común, en el que compartimos pensamientos, aficiones, experiencias, recuerdos y un sentimiento muy fuerte de unión y complicidad que nos hace querer vivir en proximidad. No sé si lo has comprendido o si yo me he explicado bien.

¡Claro que sí, amigo!

Perplejo, Aristóteles, negó con la cabeza, para explotar diciendo:

Y a ti, ¿quién te ha dicho que seamos amigos? dándose la vuelta y alejándose del educando de forma incrédula y molesta. ¡Hay que joderse con el tipo! Esto pasa con tantos cambios normativos en la Educación. ¡Si la culpa no la tiene él...! ¡El de amigo! A cualquier que se lo cuente, no se lo cree. ¡El de amigo! 


         CARLOS BUSTAMANTE BURGOS.

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