lunes, 2 de agosto de 2021

¿No cesará este rayo? MIGUEL HERNÁNDEZ

 VÍDEO Nº 2

De la colección ANTÁRTICA POÉTICA Canal de YouTube




¿No cesará este rayo que me habita
el corazón de exasperadas fieras
y de fraguas coléricas y herreras
donde el metal más fresco se marchita?
 
¿No cesará esta terca estalactita
de cultivar sus duras cabelleras
como espadas y rígidas hogueras
hacia mi corazón que muge y grita?
 
Este rayo ni cesa ni se agota:
de mí mismo tomó su procedencia
y ejercita en mí mismo sus furores.
 
Esta obstinada piedra de mí brota
y sobre mí dirige la insistencia
de sus lluviosos rayos destructores.

Idea, edición y realización por CARLOS BUSTAMANTE BURGOS.

domingo, 1 de agosto de 2021

A un viejo poeta JORGE LUIS BORGES

 VÍDEO Nº 1

De la colección ANTÁRTICA POÉTICA Canal de YouTube



Caminas por el campo de Castilla
y casi no lo ves. Un intrincado
versículo de Juan es tu cuidado
y apenas reparaste en la amarilla

puesta del sol. La vaga luz delira
y en el confín del Este se dilata
esa luna de escarnio y de escarlata
que es acaso el espejo de la Ira.

Alzas los ojos y la miras. Una
memoria de algo que fue tuyo empieza
y se apaga. La pálida cabeza

bajas y sigues caminando triste,
sin recordar el verso que escribiste:
Y su epitafio la sangrienta luna*.

Idea, edición y realización por CARLOS BUSTAMANTE BURGOS.



Celia Vergara Quinteto, colofón del XIX Festival de Jazz de Talavera de la Reina.


        Celia Vergara es una cantante atípica de jazz; su carrera abarca muchos ámbitos. Es logopeda, Vocal Coach, Compositora (nominada a los Premios Goya) y dobladora y cantante de muchos personajes de la factoría Disney (Enredados, Hércules, Mulán) y para Netflix. Ha colaborado con numerosas figuras del mundo del espectáculo como Juan Carlos Calderón, Miguel Blanco, Eduardo Leiva, Joaquín Sabina, Eva Gancedo, Miguel Ángel Collado, Miguel Bosé, etc.,

        Sus canciones se caracterizan por unas letras inconmensurables, con un gran toque emocional y una elegante puesta en escena: Se nota el trabajo bien hecho y esmerado y la mano en la colaboración con el músico y productor Roberto Bazán.

 El jazz que emana de este quinteto, la gran puesta en escena, la maestría de estos cinco músicos y la voz de la gran dama blanca, Celia Vergara son garantía de éxito para cualquier festival que se precie. Las cuerdas vocales de Celia nos evocan el pasado mágico de las grandes damas del jazz.

 Acompañada por Joaquín Chacón a la guitarra, Antonio Calero a la batería, Víctor Merlo al bajo y su alter ego, Roberto Bazán, nos ha deleitado con una actuación muy generosa que se ha acercado casi a las dos horas de duración. Ha interpretado temas tan grandes como Like a worm, Love of my life, Waiting for my love, Chandelier, Empty House,If he is just fine, Dancing circle, Lilac wine y Don’t lie to me.

CARLOS BUSTAMANTE BURGOS.

jueves, 29 de julio de 2021

XIX Festival de Jazz de Talavera de la Reina

 

Estos días se viene celebrando el XIX Festival Internacional de Jazz Ciudad de Talavera desde el 26 hasta el 31 de julio con actuaciones de primer orden en la talaverana Plaza del Pan.

El Festival, creado hace 18 años por iniciativa particular, permitirá a los aficionados disfrutar de artistas de nivel mundial y nacional como Andrea Motis Quintet, Sean Clapis New World Band, Kiko Berenguer Quartet, Cecilia Krull Quartet, Lluis Coloma Trio, Cecilio Bergara Quinteto.

También existirá un certamen de Photo Jazz y otro de DibuJazz para los más pequeños. A ello se le suma la presentación del libro Nuestras queridas orquestas de Francisco Juárez.

Fuera de la plaza y con la colaboración de diferentes empresas hosteleras, del 23 de julio al 15 de agosto y a partir de las 00:30 horas, contamos con nueve fechas para escuchar lo mejor del jazz y degustar de un Pic Nic Jazz en La Bombonera con la actuación de Tornillos Swing.

El Festival se desarrolla en horario de mediodía con guiños gastronómicos, con presencia en diferentes radios locales y los certámenes de fotografía y pintura. El horario de medianoche queda copado por los diferentes conciertos.

      Organiza como siempre la Asociación Músico Cultural "Always Elvis" con el patrocinio del Ayuntamiento de Talavera.

En los Conciertos de Plaza del Pan, en esta edición, el aforo queda limitado a 500 espectadores y el acceso a cada asiento será por orden de llegada, hasta completar aforo. A diferencia del pasado año, no se recogerán invitaciones, teniendo que personarse los interesados en las vías de acceso a la Plaza del Pan, poco antes del comienzo de las actuaciones. Todas comenzarán a las 22:30 horas. Se recuerda la vigencia del distanciamiento social y el uso de las diferentes medidas anti-covidEl uso de la mascarilla es obligatorio en todo el recinto.


CARLOS BUSTAMANTE BURGOS.




EL 'Messi' del Decathlon

N.U.L. (42)

Leonardo Mesa Romero—Gil era un apasionado del deporte, capaz de volcar todo su intelecto, entusiasmo y fuerzas en cualquier causa deportiva. Practicó todos los deportes del mundo, se federó en todos los deportes existentes en su ciudad. Como todos los críos de su edad comenzó dando patadas detrás de una pelota. Luego las patadas fueron al cuerpo, ya que cambió el fútbol por el judo, karate, taekwondo y otras especialidades asiáticas difícilmente pronunciables. De ahí, dio un salto, y nunca mejor dicho, al atletismo, salto de longitud y salto de altura, pero como se le hacían poco las pruebas, fue remontando en esa carrera en el mundo deportivo al triatlón, pentatlón y decatlón. Probó con los saltos de equitación, con la doma y con las mismísimas carreras de caballos. Ni que decir del dineral que se gastaba en ropa, equipación, utillaje, maquinaria, etc.

Leonardo era un tipo muy peculiar; siempre vestido con prendas deportivas y haciendo exhibición de las diferentes camisetas de los equipos de fútbol de primera división. En el barrio le llamaban Leo Messi, por eso de la coincidencia de su nombre y apellido, Leo Mesa y Leo Messi. A él le daba igual, mientras no le insultaran como cuando era pequeño, que le llamaban ‘Me-sa-olvidao’ porque Leonardo, como he dicho antes, todas sus capacidades las retenía para el deporte, haciendo carencia de ellas en lo que de verdad importa: en los estudios y en el día a día. Era un tipo olvidadizo y muy despistado. De pequeño se perdió en numerosas ocasiones; y es que de casta le viene al galgo, sus padres también eran gente olvidadiza. Era una maldición familiar que se perdía en la noche de los tiempos, remontándose a abuelos y bisabuelos.

La última decantación en temas deportivos fue el skateboard. Viendo a los chavales cómo dominaban la tabla y la maestría de estos para saltar a grandes alturas con ella, se decidió por comprar la equipación completa: guantes, casco, rodilleras, coderas, palmeras. Antes, se empapó de cientos de horas delante del ordenador; y finalmente, decidió que necesitaba el asesoramiento de un especialista. Se dirigió a la tienda Decathlon más próxima y tras marear y acaparar para sí a un dependiente por más de tres horas, este para quitárselo de encima le dijo que probará la tabla con cuidado dentro del establecimiento mientras él iba a hacer 'una cosa,' le dijo.

Leo, pronto cogió el tranquillo al manejo del board, de la postura corporal y de los giros. Los pasillos se le quedaban pequeños, y como era última hora y la afluencia de compradores había desaparecido, se decidió por tomar mayor velocidad hasta que en uno de esos lances del deporte tomó mal una curva y se estrelló, golpeándose la cabeza y quedando oculto entre varios palés que un camión acababa de descargar.

Concluyendo y a lo que vamos, que la tienda cerró, los empleados se marcharon y el quedó inconsciente espatarrado con las piernas hacia arriba entre los dos palés de mayor tamaño.

Cuando despertó de su letargo, la más oscura noche se cernía ante él, rota por los luminosos de las salidas de emergencia. En cuanto se puso en pie y tomó dirección a las puertas, las cámaras de seguridad detectaron sus movimientos. Las puertas estaban cerradas a cal y canto, pero comprobó que una de ellas cedía ligeramente. Pensó que si tomaba más impulso podría abrirla y así hizo, pero la puerta no se abrió. En cambió él se lastimó toda aquella parte del cuerpo con la que había cargado contra la puerta. Determinó que sí se ponía varias camisetas a especie de muñeco Michelin ya no se haría tanto daño. Empezó con diez camisetas y ante el dolor, aunque menos, que seguía experimentando con sus embestidas sobre la puerta, se calzó otras diez camisetas. Ahora, el dolor no era tan fuerte, pero seguía doliendo. Sabía que la puerta de un momento a otro terminaría cediendo y se abriría. El resultado fue que hasta que su cuerpo no llegó a alcanzar la cifra de cincuenta camisetas que lo engulleron cual arenas movedizas, la puerta no se abrió. Al otro lado de la puerta se encontraban varios coches zeta. Cuando Leo vio a los policías apuntando directamente hacia él le entraron unos sudores extremos que unidos al calor de todas las prendas que portaba y a la descomposición de tripas que le entró, creyó morirse. Tal vez, le habían pegado un tiro y esa era la sensación fruto del disparo, pero mucho más lejos de cualquier pensamiento suyo; se había cagado encima y el olor era insoportable. La policía no daba crédito a lo que veía y olía. Cuando pudieron reaccionar le pidieron que levantará las manos, cosa que no hizo falta porque el mero hecho de haberse embutido cincuenta prendas le obligaba a adoptar esa postura, aunque no quisiera.

—Identifíquese —dijo un policía poniendo la misma voz que ponen los actores en las películas.

—Me llamo Leo Messi —dijo el amante de los deportes.

—¡Ya! Y mi padre, Cristiano Ronaldo.

 CARLOS BUSTAMANTE BURGOS. 

miércoles, 28 de julio de 2021

Guía Miguelín

N.U.L. (41)

Miguel y Evelina, Eva para los amigos. Bueno, Eva para todos, porque la gente que la conoce, cree que su verdadero nombre es Eva. Ella siempre ha sido un tanto arisca y reacia, desde la escuela, a que la llamarán así y creyó que el nombre de Eva le daba más prestancia. Seguramente tenga razón, cosa que su marido sabe y que aprovecha cuando las cosas se tuercen o simplemente discuten; es entonces cuando él saca a relucir el nombre de Evelina para hundir moralmente a ese barco capitaneado por su pareja.

Miguel y Evelina, a sus setenta y setenta y un años respectivamente, han compartido todo durante cincuenta y cinco años, toda una vida. Desde la jubilación de ambos no hacen más que obligarse a salir. Están todo el día en la calle porque no quieren ser como otros septuagenarios que debido a su excesivo sedentarismo se han atrofiado aceleradamente y no tienen más que dolores, achaques y muchas horas de vuelo de consulta en consulta. A decir verdad, siempre han sido una pareja muy callejera y activa; amigos de saraos y bailes; y sobre todo, gente de buen yantar y buen paladar. Una vez que tuvieron pagada la hipoteca de su casa y sin las otras hipotecas de por vida que son los hijos, Evelina se plantó y le dijo a su marido que no estaba dispuesta a estar hecha una sirvienta todos los santos días y le dio al santo de Miguel un ultimátum: cocinaba él los fines de semana o comían y cenaban fuera. Miguel redactó un listado con todos los bares y restaurantes de la ciudad. Entre ambos establecieron, a especie de guía Michelín, un registro con observaciones, puntuaciones de cero a cinco y al final, un espacio para poner si repetían experiencia en el mismo local o no.

Cuando la lista se acabó, Eva le propuso al galán que podían ampliar campo de acción para ir a visitar los bares y restaurantes de las localidades más próximas. Cuando está lista también se acabó, ampliaron horizontes a toda la provincia; y así, hasta extender su dominio como críticos gastronómicos al resto de provincias del país. Es más, cuando iban de viaje por Europa siguieron con esta prolija actividad. Abrieron un blog en Internet en el que subían sus críticas. Más tarde viendo que el número de seguidores aumentaba y ante la propuesta de una sobrina nieta, Eva. Esta sí se llama Eva de verdad, nombre que le pusieron sus padres en deferencia hacia ella. Eva nieta les dijo que eso del blog estaba bien, pero que se tenían que modernizar ‘un poquito’ ya que ahora ‘donde se cortaba el bacalao’ era en otras redes sociales. Así pues, y como quien no quiere la cosa, se hicieron facebookers, instagramers, bloggers, youtubers y hasta tiktokers. Ahí es na'.

Esto les supuso un trabajo extra, pero como ambos estaban jubilados, tenían todo el tiempo del mundo. Miguel propuso un reparto de tareas y cada uno se auto asignó varias redes.

La fama de la pareja fue creciendo como la espuma: primero, los entrevistaron en una radio local; más tarde, les hicieron un artículo periodístico en un diario digital, las asociaciones de vecinos, de jubilados y alguna que otra biblioteca los fueron fichando para dar una serie de conferencias que se convirtieron en una gran tourné que a día de hoy continua, pero ya con cierto caché. A ello contribuyó el hacerse eco de su actividad cultural, digital y gastronómica, las diferentes cadenas de radio y televisión nacionales.

Muchos de los comentarios recibidos les enarbolaban como abanderados de una población muy mayoritaria, la de la tercera edad, y con un gran criterio a la hora de comer. Otros muchos, les catalogan como innovadores dentro del sector de los abuelos y otros hacían hincapié en ‘lo modernos’ que eran. Calificativo que les llamaba poderosamente la atención cada vez que se lo decían y que a Miguel le encanta que así fuera. Sentirse moderno le hacía sentirse más joven también.

Una noche que les falló el local que tenían anotado y datado para visitar esa misma noche, Miguel propuso a Eva ser aún más modernos de lo que les catalogaban; y señalando el luminoso de McDonald's que se encontraba prácticamente junto al restaurante cerrado, dijo:

—¿Qué te parece si entramos ahí?

—Pero si eso es pa' jóvenes —respondió Eva.

—¿No dicen que somos modernos?

—Una cosa es ser modernos y otra… comer eso. ¿Tú sabes cómo se come el pan ese?

—Pues mira por el cristal, ¡con las manos!

—¡Qué asco!, ¿no?

—Pues no comes con las manos las gambas, los percebes, las coquinas...

—Tienes razón, pero no sé...

—¡Venga, mujer! No te hagas de rogar.


Se sienta la pareja en una mesa y Eva tiene la misma sensación que les sucedía cuando eran jóvenes; cuando entraban en un local nuevo y no sabían cuál era la especialidad de la casa, a no ser que hubiera un cartel en la pared, en el frente de la barra o en las ventas pintado, se encontraban perdidos. Eva, está noche se siente extraña ante el raro deseo de Miguel. Recuerda aquellos bares con olor a fritanga y hasta el sabor de aquellas raciones de callos, oreja a la plancha, calamares, sepia a la plancha, chopitos, calamares, venao en salsa, gambas a la plancha o cocidas y un largo etcétera de raciones con el que ahora mismo se le hace la boca agua y preferiría tenerlas ante sí, en vez de una hamburguesa de esas.

Hay algo que le asquea de unos chavales de la mesa del al lado —jóvenes de unos dieciséis o diecisiete años—: uno de ellos, lamiendo la salsa en su mano que chorrea de la hamburguesa; otro, bebiendo con pajita y sorbiendo; y un último, que se mete dos patatas fritas bajo el labio superior simulando los colmillos de un vampiro.

Pasados cinco minutos, tras comprobar que no se acerca ningún camarero, Miguel llama la atención de una empleada que limpiaba unas mesas.

—¡Señorita! ¿Nos puede dar una carta?

—No hay cartas. ¿Ven aquella fila, donde el mostrador?

—Sí, pero solo hay una persona. Como ha dicho fila...

—Es igual, es donde la gente hace la fila para pedir.

—Entonces, no viene nadie a tomar nota a la mesa

—Efectivamente. Allí deben pedir y cuando sale el número en la pantalla ya está listo su pedido para elegir.

—¿Qué pantalla?, ¿la del techo, encima del mostrador, o las que están de pie.


La joven esboza una pequeña sonrisa ante el desconocimiento total de la pareja en restaurantes de comida rápida y se pone a explicarles el funcionamiento y la organización del local.

—Si quieren, vamos al mostrador y les muestro cómo se pide a usted y a su esposa.

—No es mi esposa, es mi novia.

—¡Ah! Muy bien.

—Es impresionante! —dice maravillado Miguel. ¿No te parece Eva?

—¡Ay! Se llama como mi madre —dice la joven. A lo que Miguel se apresura a decir:

—No creo, porque en realidad ella se llama Evelina —dirigiendo un guiño cómplice a la chavala.

—¡Ah! —fue la única respuesta de la chica.

 

Miguel sigue con su batería de preguntas hacia la joven y cuando ha terminado con las de tipo laboral, comienza haciéndole preguntas personales:

—Eres muy jovencita, ¿no?

—Veinte.

—Y muy guapa. ¿Todas las chicas que trabajan aquí son tan guapas como tú? —La joven ya no responde ante el monólogo del gourmet.

—Sí tuviera yo cuarenta años menos —suspira el hombre ante la belleza de la chavala —¿Tienes novio?


(Silencio por parte de ella.)


—Ya tendrás carnet de conducir, ¿no?

—¿Estudias?

—Ingeniería —dice ella, pero ya, sin ganas de contestar y con cuidado de no ser grosera.

—¡Eh, Evelina!, ¿qué te parece? ¿No te parece increíble? —pregunta de forma retórica el ‘figura’.

—A mí lo que me parece es que eres un gilipollas.


         CARLOS BUSTAMANTE BURGOS.

martes, 27 de julio de 2021

MÁS Matemáticas

N.U.L. (40)

Marco Aurelio Sisa con treinta años obtuvo la cátedra de matemáticas prácticamente a la par que el doctorado. Público innumerables libros, pronto fue reclamado para escribir una columna en diferentes medios escritos digitales y en papel. Su fama fue exponencial con el paso de los años debido a su mente privilegiada. Cuando una cadena de televisión nacional se interesó por su persona más que por su trabajo, por su capacidad de razonamiento y su oratoria se convirtió una de esas caras famosas que, después de estar presente en televisión por algo más de un año, era conocido por todos los miembros de cualquier familia. Una empresa se interés por su persona y negociaron con él un contrato que fue más ventajoso para el matemático que para la empresa. Los directivos de la misma pensaron que, como en otras muchas ocasiones, hacerse con los derechos de imagen de un personaje de ficción o real, les haría ganar mucho dinero con el merchandising a costa de la imagen del mismo, pero MAS, Marco Aurelio Sisa, en eso de las cuentas jugaba con ventaja; y aunque les hizo ganar mucha ‘pasta’, el que, de verdad, se forró fue MAS. Este, a imitación del sabio Sissa, inventor del ajedrez, (quien sabe si no fue un familiar muy lejano, por eso del apellido, aunque su apellido siempre fue un lastre para él; todo el mundo le preguntaba, al conocer cómo se apellidaba, si era familia del famoso Jaume Sisa) ‘renunció’ a la parte pecuniaria del contrato a cambio de que por los primeros cien mil euros de negocio se le diera solo uno; cuando la empresa generara sus segundos cien mil euros, le deberían entregar dos; los terceros cien mil euros, le reportaría cuatro; los siguientes, ocho; y así sucesivamente, siempre multiplicando por dos la cantidad anterior.

La empresa se vio en la necesidad de rescindir el contrato cuando empezó a ver que los beneficios del matemático se comían los suyos. Tal vez por incompetencia empresarial (matemáticamente hablando), tal vez por la poca fe de los directivos en la nueva estrella televisiva, no calcularon bien que cuando la empresa llegará a los dos millones y medio de facturación, el matemático los habría alcanzado.

Llegado ese momento, abogados de por medio, la firma se vio en la necesidad de rescindir el contrato ya que el joven matemático se negó a renegociar otro quedando de este modo libre para volver a negociar con otra nueva empresa.

MAS obtuvo diez millones por rescisión de contrato. Hubo otra segunda marca que cogió el relevo, y otros diez millones. Hubo una tercera empresa, una multinacional americana que creyó llevar mejor los negocios que los europeos —ya que consideran a los europeos personas idealistas, amantes del humanismo, pero menos prácticos que ellos—. Resultado final: que volvió a obtener otros diez millones de euros. Ahora, acaba de firmar con un holding chino y para celebrarlo ha invitado a su pareja, Assumpció Solá, a cenar fuera.  A lo largo de la cena, como tantas otras veces, Assum le pregunta si es moral lo que hace: eso de beneficiarse así, de ese modo de las personas.

—¿Por qué no? — pregunta él a su vez.

—Porque juegas con ventaja.

—¡Ah! Yo creía que eran las multinacionales las que jugaban con ventaja. Yo no diría que juego con ventaja, sino, sencillamente, que soy listo.

—¡Ya!, listo. Es una manera de engañar a la gente.

—Solo se engaña a quien se deja engañar. Cuando alguien es listo, tiene los pies en el suelo y sopesa los pros y los contras de cualquier situación que se le plantee en la vida; y así nunca nada ni nadie te puede engañar.

Terminada le cena, Assum le propuso ir a bailar; no quería llegar a casa tan pronto. A MAS le pareció una idea horrible, ya que al día siguiente tenía clase a primera hora en la facultad, pero no quería defraudar a su mujer. Sacó ánimos de flaqueza para ir a mover el esqueleto; tomar una copa, que seguramente, luego, serían dos o tres; y mantener la calma sabiendo que al día siguiente la resaca y el descansar poco le pasarían factura. Ideó un plan para luego no andar buscando aparcamiento en las inmediaciones de la discoteca: irían en taxi allí y a casa, después también. Mañana ya se encargaría él de venir a buscar el coche.

Ya en el taxi, camino de la disco y repasando el ticket del restaurante, se percató de que le habían cobrado de más, cosa que le molestó, le ofendió y le trastocó la noche.

— ¡Me cago en todo lo que se menea! Te puedes creer que se han equivocado en la factura.

—¿A favor o en contra? —pregunto Assum.

— En contra. Si no, no me pondría así. Mañana iré y les reclamaré. ¡Vaya, que sí les reclamo!

—¡Vamos, que quererte engañar a ti! ¡Ya les vale! —dijo Assum con cierta sorna.


En la disco, mientras les servía un camarero en el reservado que les habían otorgado, una vez sentado a la mesa y con los pies en otra butaca, (cosa que Assum no soporta ni en casa ni fuera de ella) repasaba el ticket del taxi y contando la vuelta comprobó que el taxista también le había cobrado de más.

— ¡Me cago en su p... m....!

—¿Qué pasa ahora?

—El taxista, que también se ha equivocado con la vuelta.

—¡Vamos que te ha engañado también! Pero, ¿estás seguro? Lo mismo se te ha perdido el dinero, se te ha caído...

—No, no. De caerse nada. Qué me ha estafado el muy c..... con la vuelta. ¡A mí! ¿Te lo puedes creer? A mí.

— Pues ten cuidado y baja los pies de la silla, como decías antes, para tenerlos en el suelo, no vaya a ser que el camarero también te engañe.


         CARLOS BUSTAMANTE BURGOS.

lunes, 26 de julio de 2021

Echa el freno Magdaleno

N.U.L. (39)

Magdaleno Hiniesta, siempre fue una de esas personas especiales, tocado por una varita mágica o por la gracia de Dios. A los ojos de todos, era inteligente, ávido y muy despierto para cualquier tema.

Con seis años memorizaba cada semana la programación de la televisión, siendo el orgullo de sus padres ante el resto del mundo por el talento de su pequeño.

Con ocho años recitaba un libro de poemas de Antonio Machado que ganó en un concurso de escritura creativa de su clase que su profesor, don Germán, se sacó de la chistera, únicamente para los alumnos de su clase, en una demostración, ante los profesores veteranos, de la validez de la nueva pedagogía.

Con diez años, ganó un concurso de pintura que unos afamados pintores de la ciudad, del Grupo Tolmo, organizó con la colaboración del ayuntamiento para descubrir nuevos talentos. Este fue el punto de partida de su interés hacia las letras en contraposición a las ciencias. Aunque era un individuo dotado para el cálculo mental, el álgebra, la aritmética. En el instituto, bien por los profesores, bien por otros intereses que no compartía con Euler, Fibonacci o Fermat, desconectó del mundo decimal, fraccionario y de un largo etcétera de campos que lo dividen.

Con doce años aprendió y memorizó todos los países del mundo con sus respectivas capitales, moneda, renta per cápita, población, río más importante, sectores productivos y presidente.

Con catorce años entendía y hablaba correctamente la lengua francesa, interesándose por las películas francesas en versión original.

A los dieciséis años terminó un ciclo de f.p. que le abrió las puertas del mercado laboral, aunque continuó aumentando un currículum a base de más y más estudios, cursos, seminarios, carreras universitarias... qué lo encumbraron dentro de su familia, de sus amigos, de sus conocidos y de todos aquellos que le conocían en el barrio como una de las personas más inteligentes que pudiera haber en España. Más de uno quiso vislumbrar en él a un futuro ministro de educación o cultura o de las dos cosas, pero a él la política no le interesó lo más mínimo y declinó cualquier flirteo con cualquier partido.

Cuando cumplió cincuenta años y estando de vacaciones en la casa de la playa comentó a su pareja la necesidad de cambiar de muebles en el apartamento para dar un nuevo cambio a su vida. Le dijo a su santa esposa que irían a echar un vistazo a Ikea para tomar ideas. Una vez allí, y con las ansias infinitas de un niño, todo le gustaba. Deseaba tener una mansión, como las que muestran los famosos en Malibú, Hollywood o Honolulú para comprar todos los muebles que veía y amueblar las cerca de cien habitaciones que tendría esa su imaginaria mansión.
Magdaleno tanteó a María Pilar para conocer los gustos de la santa y cuando comprobó en cuáles coincidía con ella, le propuso cambiar su salón por aquel que tenían ante ellos en la exposición. Magdaleno preguntó a la santa:


 —¿Te gusta?

—Sí. No está mal.

—Pero, ¿está bien o está mal?

—Sí, está bien.

—Pero, ¿te gusta?

—Sí, me gusta.

—¿Tanto como para comprarlo?

—Sí, aunque no sé si debemos.

—¿Por qué?

—Porque debe ser muy caro.

—No, mira los precios. Si sumamos todo, no llega a los dos mil quinientos euros.

—¿No es mucho?

—Más sería comprándolos en otro sitio.

—Pero en otro sitio te los dan montados y te los llevan a casa y son más buenos.

—¿Te parecen malos?

— Me parecen de Ikea.

—¡Anda, claro! Es que estamos en Ikea.

— Lo que quiero decir es que te los tienes que llevar tú, coger mucho peso, que quepan en el coche y luego montarlos.

—Yo los montaré.

—¿Tú?

—Si todo el mundo lo hace, ¿yo no voy a saber?

— No digo eso.

—¿Entonces?

—¡Ay, mira, chico, haz lo que quieras!


En eso que viene una empleada de la tienda.


—¡Buenas tardes! ¿Puedo ayudarles en algo?

—¡Hola! Sí. ¿Cuánto cuesta toda la composición que estamos viendo?

—Toda, dos mil trescientos euros.

—¿Has visto, cari? Encima, más barato de lo que te he dicho.

— Ya —soltó el monosílabo la santa, como quien se tira un pedo tratando que no suene.

—Nos los llevamos todos —dijo el señor Hiniesta a la dependienta.

 

María Pilar, viendo cómo se envalentonó el diestro montador de muebles dijo:


—Echa el freno, Magdaleno.

—¡Eh! — solo pudo contestar Ícaro cayendo de las nubes.

—Llévate uno y si cuando lo termines te encuentras con ganas, venimos por más.


CARLOS BUSTAMANTE BURGOS.

domingo, 25 de julio de 2021

Lafayette: Cuando hay un general en casa

N.U.L. (38)

Durante la guerra de independencia de las colonias americanas de Inglaterra, el apoyo que tuvieron los colonos americanos por parte de Francia fue imprescindible para que la misión tuviera éxito.

Lafayette fue uno de los militares franceses que más contribuyó a la causa.

De las trece colonias, hubo dos que no presentaron prácticamente ningún tipo de acto bélico durante las contiendas militares por la independencia: Maryland y New Hampshire.

Lafayette, estando en Annapolis, capital de Maryland, esperaba instrucciones de Washington para su próximo movimiento militar. En Annapolis era donde se almacenaban los suministros de las tropas estadounidenses y francesas. Durante la independencia americana, Annapolis era la ciudad más cosmopolita y más europea de todas las ciudades de todas las colonias. Habían adoptado las costumbres y usos de Francia y la ciudad era una copia de muchas ciudades francesas. Los ciudadanos de Annapolis, durante la corta estancia de las tropas francesas en su ciudad, estaban más que encantados por el honor que les brindaba la presencia de sus invitados redentores.

Lafayette preguntó a Celsius Herbé, por aquel entonces una especie de alcalde de la ciudad por un cuadro que colgaba en el recibidor de la entrada del ayuntamiento. Le llamó la atención la belleza de la mujer pintada. Esa cara le resultaba conocida, pero no conseguía recordar donde la había visto. Creyó que se había cruzado con ella en la localidad, pero no sabía dónde. Preguntó por su domicilio, por la familia de esta; quería saber si estaba casada y saber cualquier dato por nimio que fuera del marido.

Le decepcionó la respuesta del señor Herbé; le dijo que la bella dama había fallecido hacía un siglo, que el amor de su marido por ella, Lord Baltimore, hizo que este pusiese el nombre de su esposa al condado, Anne Arundel, y también a la ciudad en la cual vivían, Annapolis. A Lafayette le interesó mucho lo poco que el edil sabía de la bella mujer. También le contrajo saber que no podía visitar la tumba de la dama; había fallecido como su esposo en tierra inglesa.

Esa misma noche, Lafayette soñó con la mujer. Esta le avisó del peligro que corría su vida y que debía ante todo desconfiar de los alemanes. Le extrañó notablemente que en tres veces le hablase de los alemanes cuando la guerra era contra los ingleses. Al día siguiente se interesó por buscar un libro de gramática alemana hasta que finalmente lo encontró. Se interesó tanto por esa lengua extranjera y se abstrajo del mundo exterior que rehusó comer y cenar, no durmió durante una noche y al día siguiente, nuevamente ayuno hasta que llegada la noche y con el ridículo objetivo cumplido de tener que leer algo que a la vez que desconocía y le fascinaba. Aprendió fonéticamente las palabras alemanas. Se interesó por conocer si en la ciudad había un ciudadano de origen alemán. Nadie conocía a ningún habitante que fuera de origen alemán. Por la noche, siendo la hora de la cena e intentando recuperar las comidas perdidas, alguien golpeó la aldaba de la puerta. Un caballero alto y pelirrojo se encontraba al otro lado. Se presentó como alguien que Lafayette deseaba ver. Cuando dieron noticia a Lafayette de la presencia del hombre, este recordó las palabras del aviso onírico de Lady Baltimore, temiendo que este acabará con su vida. Aunque deseaba reunirse con un alemán debido a su interés por la lengua germana, también percató a sus soldados de la presencia de este y les pidió máxima atención por si este pretendía atentar contra él. Una vez cacheado y registrado lo hicieron pasar al comedor, lugar donde Lafayette se encontraba. No tuvo nada que temer durante esa noche que se convirtió en día. Lafayette era un individuo con un fácil aprendizaje para las lenguas. Ya lo había hecho con el inglés.

Meses más tarde, las tropas comandadas por Lafayette se enfrentaron en Delaware a los mercenarios hesianos. Información es poder; quien la tiene, tiene una ventaja sobre el enemigo. Linke flanke, linke flanke. Linke flanke, se oía repetidamente una y otra vez. El comandante supo reaccionar y el aprendizaje exprés del idioma alemán salvó la vida suya y la de sus hombres.

Años más tarde cuando nació su primera hija, decidió llamarle Anne.

-La niña se va a llamar Henriette, como mi madre. -dijo de forma airada y con cierto que demostraba más que celos añadió-. Anne, ¿se puede saber quién es Anne?

-Es una larga historia. Anne es alguien muy importante en mi vida.

-Más que mi madre, no creo. Más que mi madre no hay nadie que sea más importante

El general dijo con autoridad: «en esta casa mando yo y punto».

-Tu mandarás mucho en el campo de batalla, pero te aseguro que la que manda en casa soy yo. La niña se llamará Henriette y, ahora sí, punto, pero punto final. -Y efectivamente, la primera hija de Lafayette se llamó Henriette; la segunda, Anastasia Louise, como la tía de Adrienne, la sufrida esposa de Lafayette.
Como las mujeres son más inteligentes que los hombres, hizo creer a su esposo que se salía con las suyas, ganando finalmente contra ella la guerra por los nombres, ya que le permitió llamar al tercer hijo y primer varón, Georges Washington.

Una vez bautizado el pequeño, Lafayette le hizo la siguiente observación a su esposa:

-Querida se pierde una batalla, pero no la guerra. No te preocupes, habrá más, ¿no?

-Vale, vale, lo que tú digas. Ahora, déjame que tengo que elegir el color de las nuevas cortinas.

-¡Qué más da, querida! Azules, como las que hay ahora.

-Me gustan más, rosas.

-A mí, azules -dijo con énfasis el valeroso general. A lo cual su pequeña, pero intrépida mujer no llegó a achantarse para responder:

-Y si te digo que mi madre las tiene rosas. 


         CARLOS BUSTAMANTE BURGOS.

sábado, 24 de julio de 2021

El tren que paró en Düsseldorf

N.U.L. (37)

El uno de agosto de mil novecientos treinta y ocho, un mes antes del estallido de la guerra, Samuel Bauer comenzó a trabajar como representante de lencería de la marca Hugo Boss. Los dos primeros años, a pesar de encontrarse sumidos en la guerra, fueron prósperos en ventas para Samuel y, por ende, para la marca.

Para recorrer las grandes distancias que separan unas ciudades germanas de otras no tenía más remedio que tomar el tren. De todos modos, él no contaba con automóvil.

Una tarde, y viajando en un vagón, remontándose a su infancia, recordaba cómo y cuán injusto llegó a ser cuando se metía con los compañeros de colegio, siempre contra los más débiles. Recordaba cuando acosaba al pequeño Helmut y le decía una y otra vez que era mariquita porque era como su padre, que también era mariquita y que le gustaban los hombres. También le venía a la memoria otra vez, que hicieron llorar él y Gustav a Arno, un alumno de dos cursos inferiores; le hicieron ir por la calle con una peluca y un vestido de mujer que Samuel le quitó a su madre. En ese momento que la imagen de Arno le hizo esbozar una pequeña sonrisa, el tren paró en Dūsseldorf. Subieron unos soldados pidiendo la documentación a todos los viajeros. Cuando llegaron a su lado, Samuel empezó a sudar y a hacer movimientos extraños que denotaban un nerviosismo que no pasó desapercibido a los gendarmes alemanes. Uno de ellos, con mirada inquisitoria y voz de ultratumba, le ordenó que le mostrara la documentación. Una vez que se 'desprendió' de la documentación, cual ascua ardiente, otro soldado, mirando a la maleta que había dejado sobre su cabeza en el portaequipaje, le pidió que la bajará y la abriese. Ahora, con más pausa, y hasta indecisión, titubeó ante los ojos opresores de sus vigilantes. De nuevo, una orden, al compás del taconazo de la bota del soldado más nervioso, retumbó dentro del vagón. Los ojos del resto del pasaje se clavaron en la persona de Samuel. Ahora, este, con sudores que manaban a chorros manchando su camisa, negaba con la cabeza mientras permanecía en silencio. Un saldado, arrebatándole la maleta de sus manos, con cierto forcejeo, la abrió, a la vez que el representante del textil, cual avestruz, metía la cabeza entre sus piernas. El otro soldado le levantó la cabeza con violencia tirando del cuello de la chaqueta para que fuera testigo del contenido de la maleta que ellos también estaban viendo, pero de forma atónita.

-¿Esta maleta es tuya?

-Sí, pero no es lo que parece.

-Pues lo que parece es que eres uno de esos degenerados maricones.

-No es mío.

-¡Ya! Es de tu novio, ¿no?

Samuel, bajando del tren a empujones, lloraba con la misma impotencia que Helmut y Arno, pero con treinta años más. 


     CARLOS BUSTAMANTE BURGOS.

viernes, 23 de julio de 2021

Tocar el Olimpo

N.U.L.(36)

Kyriakos Sakellaropoulou, saltador griego y representante de su país en los mundiales de natación, a punto de realizar el último salto en la prueba de gran salto, concretamente veintisiete metros de altura, y a falta de dos participantes, tan solo debía asegurar con este su último salto para ser bronce o arriesgar si quería optar al oro.

 Cuando la tarde caía y en el horizonte el sol disputaba con las montañas un hueco por donde colarse entre ellas, Kyriakos se dio la vuelta cuando estaba en el borde de la pasarela. Los comentaristas de todas las televisiones se quedaron mirándose los unos a los otros, perplejos y sin comentario alguno que rellenara las imágenes que los espectadores estaban observando. En un alarde técnico por parte del realizador, este conectó con la piscina central donde se iba a dar comienzo a una serie clasificatoria de cien metros libres.

 Volviendo al tema que nos ocupa, a Kyriakos. Su entrenador, Alexis Márkaris, subió escopetazo los veintisiete metros que separaban el 'olimpo de los dioses' del suelo que él pisaba. El único pupilo que había tenido en treinta años capaz de encumbrare como hacedor de un campeón mundial no podía en el último momento hacerle eso. Exhausto y con el corazón en la boca, cuando llegó arriba solo pudo decir:

 —Por tu padre, Kyriakos, por tu padre... ¿Qué coño te pasa?

 — Tú lo has dicho, es por mi padre.

 —Por tu padre, ¿qué?

 — Que no puedo saltar, que me acuerdo de mi padre y no puedo saltar.

 — Pero, ¡qué gilipolleces me estás contando!

 — No son gilipolleces, es algo muy emotivo.

 — ¡Emotivo, los cojones! O saltas o te tiro yo mismo.

 Kyriakos recordaba que cuando era pequeño, más o menos tendría siete años, su padre lo regañó por irse a la zona de trampolín, donde chavales de doce años hacían sus primeros pinitos en el trampolín de un metro. A punto de saltar el intrépido alevín Kyriakos, su padre, cogiéndole del brazo y con buenas palabras, sin regañina ninguna, le hizo ver que podía partirse el cuello. Kyriakos y su padre entre la mofa y las risas de la chavalería, marcharon en dirección a donde la familia había extendido las toallas en el césped de la piscina. Kyriakos recordaba las palabras de su padre con lágrimas en los ojos y con un orgullo inusitado de hijo le confesó:

 — Mi padre fue muy bueno; nunca me pegó ni me regañó. Lo hecho mucho de menos, murió cuando yo disputaba el anterior mundial y no pude despedirme de él.

 — Eso está muy bien. Eres muy buen hijo y el fue muy buen padre, pero ahora tienes que saltar. Hazlo por él.

 — No puedo.

 — Pues hazlo por tu madre, o por tu hermana o por quien te salga de los cojones, pero salta Kyri, ¡Por Dios!, salta Kyri.

 — No ves que me falta paz y motivación.

 Dando un resoplido de impotencia, Alexis solo pudo decirle, mientras comenzaba, apesadumbrado, su descenso por la escalinata:

 — A ti lo que te falta es la ostia que no te dio nunca tu padre.


CARLOS BUSTAMANTE BURGOS.


¿No cesará este rayo? MIGUEL HERNÁNDEZ

 VÍDEO Nº 2 De la colección ANTÁRTICA POÉTICA Canal de YouTube ¿No cesará este rayo que me habita el corazón de exasperadas fieras y de frag...