VÍDEO Nº 2
De la colección ANTÁRTICA POÉTICA Canal de YouTube
Idea, edición y realización por CARLOS BUSTAMANTE BURGOS.
Blog de Carlos Bustamante Burgos
VÍDEO Nº 2
De la colección ANTÁRTICA POÉTICA Canal de YouTube
Idea, edición y realización por CARLOS BUSTAMANTE BURGOS.
VÍDEO Nº 1
De la colección ANTÁRTICA POÉTICA Canal de YouTube
Caminas por el campo de Castilla
y casi no lo ves. Un intrincado
versículo de Juan es tu cuidado
y apenas reparaste en la amarilla
puesta del sol. La vaga luz delira
y en el confín del Este se dilata
esa luna de escarnio y de escarlata
que es acaso el espejo de la Ira.
Alzas los ojos y la miras. Una
memoria de algo que fue tuyo empieza
y se apaga. La pálida cabeza
bajas y sigues caminando triste,
sin recordar el verso que escribiste:
Y su epitafio la sangrienta luna*.
Idea, edición y realización por CARLOS BUSTAMANTE BURGOS.
CARLOS BUSTAMANTE BURGOS.
Estos días se viene celebrando el XIX Festival Internacional de Jazz Ciudad de Talavera desde el 26 hasta el 31 de julio con actuaciones de primer orden en la talaverana Plaza del Pan.
El Festival, creado hace 18 años por iniciativa particular, permitirá a los aficionados disfrutar de artistas de nivel mundial y nacional como Andrea Motis Quintet, Sean Clapis New World Band, Kiko Berenguer Quartet, Cecilia Krull Quartet, Lluis Coloma Trio, Cecilio Bergara Quinteto.
También existirá un certamen de Photo Jazz y otro de DibuJazz para los más pequeños. A ello se le suma la presentación del libro Nuestras queridas orquestas de Francisco Juárez.
Fuera de la plaza y con la colaboración de diferentes empresas hosteleras, del 23 de julio al 15 de agosto y a partir de las 00:30 horas, contamos con nueve fechas para escuchar lo mejor del jazz y degustar de un Pic Nic Jazz en La Bombonera con la actuación de Tornillos Swing.
El Festival se desarrolla en horario de mediodía con guiños gastronómicos, con presencia en diferentes radios locales y los certámenes de fotografía y pintura. El horario de medianoche queda copado por los diferentes conciertos.
Organiza como siempre la Asociación Músico Cultural "Always Elvis" con el patrocinio del Ayuntamiento de Talavera.En los Conciertos de Plaza del Pan, en esta edición, el aforo queda limitado a 500 espectadores y el acceso a cada asiento será por orden de llegada, hasta completar aforo. A diferencia del pasado año, no se recogerán invitaciones, teniendo que personarse los interesados en las vías de acceso a la Plaza del Pan, poco antes del comienzo de las actuaciones. Todas comenzarán a las 22:30 horas. Se recuerda la vigencia del distanciamiento social y el uso de las diferentes medidas anti-covid. El uso de la mascarilla es obligatorio en todo el recinto.
CARLOS BUSTAMANTE BURGOS.
N.U.L. (42)
Leonardo Mesa Romero—Gil era un apasionado del
deporte, capaz de volcar todo su intelecto, entusiasmo y fuerzas en cualquier
causa deportiva. Practicó todos los deportes del mundo, se federó en todos los
deportes existentes en su ciudad. Como todos los críos de su edad comenzó dando
patadas detrás de una pelota. Luego las patadas fueron al cuerpo, ya que cambió
el fútbol por el judo, karate, taekwondo y otras especialidades asiáticas
difícilmente pronunciables. De ahí, dio un salto, y nunca mejor dicho, al atletismo,
salto de longitud y salto de altura, pero como se le hacían poco las pruebas,
fue remontando en esa carrera en el mundo deportivo al triatlón, pentatlón y
decatlón. Probó con los saltos de equitación, con la doma y con las mismísimas
carreras de caballos. Ni que decir del dineral que se gastaba en ropa, equipación,
utillaje, maquinaria, etc.
Leonardo era un tipo muy peculiar; siempre vestido con
prendas deportivas y haciendo exhibición de las diferentes camisetas de los
equipos de fútbol de primera división. En el barrio le llamaban Leo Messi, por
eso de la coincidencia de su nombre y apellido, Leo Mesa y Leo Messi. A él le
daba igual, mientras no le insultaran como cuando era pequeño, que le llamaban ‘Me-sa-olvidao’
porque Leonardo, como he dicho antes, todas sus capacidades las retenía para el
deporte, haciendo carencia de ellas en lo que de verdad importa: en los
estudios y en el día a día. Era un tipo olvidadizo y muy despistado. De pequeño
se perdió en numerosas ocasiones; y es que de casta le viene al galgo, sus
padres también eran gente olvidadiza. Era una maldición familiar que se perdía
en la noche de los tiempos, remontándose a abuelos y bisabuelos.
La última decantación en temas deportivos fue el
skateboard. Viendo a los chavales cómo dominaban la tabla y la maestría de
estos para saltar a grandes alturas con ella, se decidió por comprar la
equipación completa: guantes, casco, rodilleras, coderas, palmeras. Antes, se
empapó de cientos de horas delante del ordenador; y finalmente, decidió que
necesitaba el asesoramiento de un especialista. Se dirigió a la tienda
Decathlon más próxima y tras marear y acaparar para sí a un dependiente por más
de tres horas, este para quitárselo de encima le dijo que probará la tabla con
cuidado dentro del establecimiento mientras él iba a hacer 'una cosa,' le
dijo.
Leo, pronto cogió el tranquillo al manejo del board,
de la postura corporal y de los giros. Los pasillos se le quedaban pequeños, y
como era última hora y la afluencia de compradores había desaparecido, se
decidió por tomar mayor velocidad hasta que en uno de esos lances del deporte
tomó mal una curva y se estrelló, golpeándose la cabeza y quedando oculto entre
varios palés que un camión acababa de descargar.
Concluyendo y a lo que vamos, que la tienda cerró, los
empleados se marcharon y el quedó inconsciente espatarrado con las piernas
hacia arriba entre los dos palés de mayor tamaño.
Cuando despertó de su letargo, la más oscura noche se
cernía ante él, rota por los luminosos de las salidas de emergencia. En cuanto
se puso en pie y tomó dirección a las puertas, las cámaras de seguridad
detectaron sus movimientos. Las puertas estaban cerradas a cal y canto, pero
comprobó que una de ellas cedía ligeramente. Pensó que si tomaba más impulso
podría abrirla y así hizo, pero la puerta no se abrió. En cambió él se lastimó
toda aquella parte del cuerpo con la que había cargado contra la puerta.
Determinó que sí se ponía varias camisetas a especie de muñeco Michelin ya no
se haría tanto daño. Empezó con diez camisetas y ante el dolor, aunque menos,
que seguía experimentando con sus embestidas sobre la puerta, se calzó otras
diez camisetas. Ahora, el dolor no era tan fuerte, pero seguía doliendo. Sabía
que la puerta de un momento a otro terminaría cediendo y se abriría. El resultado
fue que hasta que su cuerpo no llegó a alcanzar la cifra de cincuenta camisetas
que lo engulleron cual arenas movedizas, la puerta no se abrió. Al otro lado de
la puerta se encontraban varios coches zeta. Cuando Leo vio a los policías
apuntando directamente hacia él le entraron unos sudores extremos que unidos al
calor de todas las prendas que portaba y a la descomposición de tripas que le
entró, creyó morirse. Tal vez, le habían pegado un tiro y esa era la sensación
fruto del disparo, pero mucho más lejos de cualquier pensamiento suyo; se había
cagado encima y el olor era insoportable. La policía no daba crédito a lo que
veía y olía. Cuando pudieron reaccionar le pidieron que levantará las manos,
cosa que no hizo falta porque el mero hecho de haberse embutido cincuenta
prendas le obligaba a adoptar esa postura, aunque no quisiera.
—Identifíquese —dijo un policía poniendo la misma voz
que ponen los actores en las películas.
—Me llamo Leo Messi —dijo el amante de los deportes.
—¡Ya! Y mi padre, Cristiano Ronaldo.
CARLOS BUSTAMANTE BURGOS.
N.U.L. (41)
Miguel y
Evelina, Eva para los amigos. Bueno, Eva para todos, porque la gente que
la conoce, cree que su verdadero nombre es Eva. Ella siempre ha sido un
tanto arisca y reacia, desde la escuela, a que la llamarán así y creyó que el
nombre de Eva le daba más prestancia. Seguramente tenga razón, cosa que su
marido sabe y que aprovecha cuando las cosas se tuercen o simplemente discuten;
es entonces cuando él saca a relucir el nombre de Evelina para hundir
moralmente a ese barco capitaneado por su pareja.
Miguel y
Evelina, a sus setenta y setenta y un años respectivamente, han compartido todo
durante cincuenta y cinco años, toda una vida. Desde la jubilación de ambos no
hacen más que obligarse a salir. Están todo el día en la calle porque no
quieren ser como otros septuagenarios que debido a su excesivo sedentarismo se
han atrofiado aceleradamente y no tienen más que dolores, achaques y muchas
horas de vuelo de consulta en consulta. A decir verdad, siempre han sido una
pareja muy callejera y activa; amigos de saraos y bailes; y sobre todo, gente
de buen yantar y buen paladar. Una vez que tuvieron pagada la hipoteca de su
casa y sin las otras hipotecas de por vida que son los hijos, Evelina se plantó
y le dijo a su marido que no estaba dispuesta a estar hecha una sirvienta todos
los santos días y le dio al santo de Miguel un ultimátum: cocinaba él los
fines de semana o comían y cenaban fuera. Miguel redactó un listado con todos
los bares y restaurantes de la ciudad. Entre ambos establecieron, a especie de
guía Michelín, un registro con observaciones, puntuaciones de cero a cinco y al
final, un espacio para poner si repetían experiencia en el mismo local o no.
Cuando la
lista se acabó, Eva le propuso al galán que podían ampliar campo de acción para
ir a visitar los bares y restaurantes de las localidades más próximas. Cuando
está lista también se acabó, ampliaron horizontes a toda la provincia; y así,
hasta extender su dominio como críticos gastronómicos al resto de provincias
del país. Es más, cuando iban de viaje por Europa siguieron con esta prolija
actividad. Abrieron un blog en Internet en el que subían sus críticas. Más
tarde viendo que el número de seguidores aumentaba y ante la propuesta de una
sobrina nieta, Eva. Esta sí se llama Eva de verdad, nombre que le pusieron sus
padres en deferencia hacia ella. Eva nieta les dijo que eso del blog estaba
bien, pero que se tenían que modernizar ‘un poquito’ ya que ahora ‘donde se
cortaba el bacalao’ era en otras redes sociales. Así pues, y como quien no
quiere la cosa, se hicieron facebookers, instagramers, bloggers, youtubers y
hasta tiktokers. Ahí es na'.
Esto les
supuso un trabajo extra, pero como ambos estaban jubilados, tenían todo el
tiempo del mundo. Miguel propuso un reparto de tareas y cada uno se
auto asignó varias redes.
La fama
de la pareja fue creciendo como la espuma: primero, los entrevistaron en una
radio local; más tarde, les hicieron un artículo periodístico en un diario
digital, las asociaciones de vecinos, de jubilados y alguna que otra biblioteca
los fueron fichando para dar una serie de conferencias que se convirtieron en
una gran tourné —que a día
de hoy continua—, pero ya con cierto caché. A ello contribuyó
el hacerse eco de su actividad cultural, digital y gastronómica, las diferentes
cadenas de radio y televisión nacionales.
Muchos de
los comentarios recibidos les enarbolaban como abanderados de una población muy
mayoritaria, la de la tercera edad, y con un gran criterio a la hora de comer.
Otros muchos, les catalogan como innovadores dentro del sector de los abuelos y
otros hacían hincapié en ‘lo modernos’ que eran. Calificativo que les llamaba
poderosamente la atención cada vez que se lo decían y que a Miguel le encanta
que así fuera. Sentirse moderno le hacía sentirse más joven también.
Una noche
que les falló el local que tenían anotado y datado para visitar esa misma
noche, Miguel propuso a Eva ser aún más modernos de lo que les catalogaban; y
señalando el luminoso de McDonald's que se encontraba prácticamente junto al
restaurante cerrado, dijo:
—¿Qué te
parece si entramos ahí?
—Pero si
eso es pa' jóvenes —respondió Eva.
—¿No
dicen que somos modernos?
—Una cosa
es ser modernos y otra… comer eso. ¿Tú sabes cómo se come el pan ese?
—Pues
mira por el cristal, ¡con las manos!
—¡Qué
asco!, ¿no?
—Pues no
comes con las manos las gambas, los percebes, las coquinas...
—Tienes
razón, pero no sé...
—¡Venga,
mujer! No te hagas de rogar.
Se sienta
la pareja en una mesa y Eva tiene la misma sensación que les sucedía cuando
eran jóvenes; cuando entraban en un local nuevo y no sabían cuál era la
especialidad de la casa, a no ser que hubiera un cartel en la pared, en el
frente de la barra o en las ventas pintado, se encontraban perdidos. Eva, está
noche se siente extraña ante el raro deseo de Miguel. Recuerda aquellos
bares con olor a fritanga y hasta el sabor de aquellas raciones de callos,
oreja a la plancha, calamares, sepia a la plancha, chopitos, calamares, venao
en salsa, gambas a la plancha o cocidas y un largo etcétera de raciones con el que
ahora mismo se le hace la boca agua y preferiría tenerlas ante sí, en vez de
una hamburguesa de esas.
Hay algo que
le asquea de unos chavales de la mesa del al lado —jóvenes de unos dieciséis o
diecisiete años—: uno de ellos, lamiendo la salsa en su mano que chorrea de la
hamburguesa; otro, bebiendo con pajita y sorbiendo; y un último, que se mete
dos patatas fritas bajo el labio superior simulando los colmillos de un vampiro.
Pasados
cinco minutos, tras comprobar que no se acerca ningún camarero, Miguel llama
la atención de una empleada que limpiaba unas mesas.
—¡Señorita!
¿Nos puede dar una carta?
—No hay
cartas. ¿Ven aquella fila, donde el mostrador?
—Sí, pero
solo hay una persona. Como ha dicho fila...
—Es
igual, es donde la gente hace la fila para pedir.
—Entonces,
no viene nadie a tomar nota a la mesa
—Efectivamente.
Allí deben pedir y cuando sale el número en la pantalla ya está listo su pedido
para elegir.
—¿Qué
pantalla?, ¿la del techo, encima del mostrador, o las que están de pie.
La joven
esboza una pequeña sonrisa ante el desconocimiento total de la pareja en
restaurantes de comida rápida y se pone a explicarles el funcionamiento y la
organización del local.
—Si
quieren, vamos al mostrador y les muestro cómo se pide a usted y a su esposa.
—No es mi
esposa, es mi novia.
—¡Ah! Muy
bien.
—Es
impresionante! —dice maravillado Miguel. ¿No te parece Eva?
—¡Ay! Se
llama como mi madre —dice la joven. A lo que Miguel se apresura a decir:
—No creo,
porque en realidad ella se llama Evelina —dirigiendo un guiño cómplice a la
chavala.
—¡Ah! —fue
la única respuesta de la chica.
Miguel sigue con su batería de preguntas hacia la joven y cuando ha terminado con las
de tipo laboral, comienza haciéndole preguntas personales:
—Eres muy
jovencita, ¿no?
—Veinte.
—Y muy
guapa. ¿Todas las chicas que trabajan aquí son tan guapas como tú? —La
joven ya no responde ante el monólogo del gourmet.
—Sí
tuviera yo cuarenta años menos —suspira el hombre ante la belleza de la chavala
—¿Tienes novio?
(Silencio
por parte de ella.)
—Ya
tendrás carnet de conducir, ¿no?
—¿Estudias?
—Ingeniería
—dice ella, pero ya, sin ganas de contestar y con cuidado de no ser grosera.
—¡Eh,
Evelina!, ¿qué te parece? ¿No te parece increíble? —pregunta de forma
retórica el ‘figura’.
—A mí lo
que me parece es que eres un gilipollas.
CARLOS BUSTAMANTE BURGOS.
N.U.L. (40)
Marco
Aurelio Sisa con treinta años obtuvo la cátedra de matemáticas prácticamente a
la par que el doctorado. Público innumerables libros, pronto fue reclamado para
escribir una columna en diferentes medios escritos digitales y en papel. Su
fama fue exponencial con el paso de los años debido a su mente privilegiada.
Cuando una cadena de televisión nacional se interesó por su persona —más que por su trabajo, por su capacidad de
razonamiento y su oratoria— se
convirtió una de esas caras famosas que, después de estar presente en televisión
por algo más de un año, era conocido por todos los miembros de cualquier
familia. Una empresa se interés por su persona y negociaron con él un contrato
que fue más ventajoso para el matemático que para la empresa. Los directivos de
la misma pensaron que, como en otras muchas ocasiones, hacerse con los derechos
de imagen de un personaje de ficción o real, les haría ganar mucho dinero con
el merchandising a costa de la imagen del mismo, pero MAS, Marco Aurelio
Sisa, en eso de las cuentas jugaba con ventaja; y aunque les hizo ganar mucha ‘pasta’,
el que, de verdad, se forró fue MAS. Este, a imitación del sabio Sissa,
inventor del ajedrez, (quien sabe si no fue un familiar muy lejano, por eso del
apellido, aunque su apellido siempre fue un lastre para él; todo el mundo le
preguntaba, al conocer cómo se apellidaba, si era familia del famoso Jaume Sisa)
‘renunció’ a la parte pecuniaria del contrato a cambio de que por los
primeros cien mil euros de negocio se le diera solo uno; cuando la empresa
generara sus segundos cien mil euros, le deberían entregar dos; los terceros
cien mil euros, le reportaría cuatro; los siguientes, ocho; y así
sucesivamente, siempre multiplicando por dos la cantidad anterior.
La
empresa se vio en la necesidad de rescindir el contrato cuando empezó a ver que
los beneficios del matemático se comían los suyos. Tal vez por incompetencia
empresarial (matemáticamente hablando), tal vez por la poca fe de los
directivos en la nueva estrella televisiva, no calcularon bien que cuando la
empresa llegará a los dos millones y medio de facturación, el matemático los
habría alcanzado.
Llegado
ese momento, abogados de por medio, la firma se vio en la necesidad de rescindir
el contrato ya que el joven matemático se negó a renegociar otro quedando de
este modo libre para volver a negociar con otra nueva empresa.
MAS
obtuvo diez millones por rescisión de contrato. Hubo otra segunda marca que cogió
el relevo, y otros diez millones. Hubo una tercera empresa, una multinacional
americana que creyó llevar mejor los negocios que los europeos —ya que
consideran a los europeos personas idealistas, amantes del humanismo, pero
menos prácticos que ellos—. Resultado final: que volvió a obtener otros diez
millones de euros. Ahora, acaba de firmar con un holding chino y para
celebrarlo ha invitado a su pareja, Assumpció Solá, a cenar fuera. A lo
largo de la cena, como tantas otras veces, Assum le pregunta si es moral lo que
hace: eso de beneficiarse así, de ese modo de las personas.
—¿Por qué
no? — pregunta él a su vez.
—Porque
juegas con ventaja.
—¡Ah! Yo
creía que eran las multinacionales las que jugaban con ventaja. Yo no diría que
juego con ventaja, sino, sencillamente, que soy listo.
—¡Ya!,
listo. Es una manera de engañar a la gente.
—Solo se
engaña a quien se deja engañar. Cuando alguien es listo, tiene los pies en el
suelo y sopesa los pros y los contras de cualquier situación que se le plantee
en la vida; y así nunca nada ni nadie te puede engañar.
Terminada
le cena, Assum le propuso ir a bailar; no quería llegar a casa tan pronto. A
MAS le pareció una idea horrible, ya que al día siguiente tenía clase a primera
hora en la facultad, pero no quería defraudar a su mujer. Sacó ánimos de
flaqueza para ir a mover el esqueleto; tomar una copa, que seguramente, luego, serían
dos o tres; y mantener la calma sabiendo que al día siguiente la resaca y el
descansar poco le pasarían factura. Ideó un plan para luego no andar buscando
aparcamiento en las inmediaciones de la discoteca: irían en taxi allí y a casa,
después también. Mañana ya se encargaría él de venir a buscar el coche.
Ya en el
taxi, camino de la disco y repasando el ticket del restaurante, se percató de
que le habían cobrado de más, cosa que le molestó, le ofendió y le trastocó la
noche.
— ¡Me
cago en todo lo que se menea! Te puedes creer que se han equivocado en la
factura.
—¿A favor
o en contra? —pregunto Assum.
— En
contra. Si no, no me pondría así. Mañana iré y les reclamaré. ¡Vaya, que sí les
reclamo!
—¡Vamos,
que quererte engañar a ti! ¡Ya les vale! —dijo Assum con cierta sorna.
En la disco, mientras les servía un camarero en el
reservado que les habían otorgado, una vez sentado a la mesa y con los pies en
otra butaca, (cosa que Assum no soporta ni en casa ni fuera de ella) repasaba
el ticket del taxi y contando la vuelta comprobó que el taxista también le
había cobrado de más.
— ¡Me
cago en su p... m....!
—¿Qué
pasa ahora?
—El
taxista, que también se ha equivocado con la vuelta.
—¡Vamos
que te ha engañado también! Pero, ¿estás seguro? Lo mismo se te ha perdido el
dinero, se te ha caído...
—No, no.
De caerse nada. Qué me ha estafado el muy c..... con la vuelta. ¡A mí! ¿Te lo
puedes creer? A mí.
— Pues
ten cuidado y baja los pies de la silla, como decías antes, para tenerlos en el
suelo, no vaya a ser que el camarero también te engañe.
CARLOS BUSTAMANTE BURGOS.
N.U.L. (39)
Magdaleno Hiniesta, siempre fue una de
esas personas especiales, tocado por una varita mágica o por la gracia de Dios.
A los ojos de todos, era inteligente, ávido y muy despierto para cualquier
tema.
Con seis años memorizaba cada semana la
programación de la televisión, siendo el orgullo de sus padres ante el resto
del mundo por el talento de su pequeño.
Con ocho años recitaba un libro de
poemas de Antonio Machado que ganó en un concurso de escritura creativa de su
clase que su profesor, don Germán, se sacó de la chistera, únicamente para los
alumnos de su clase, en una demostración, ante los profesores veteranos, de la
validez de la nueva pedagogía.
Con diez años, ganó un concurso de
pintura que unos afamados pintores de la ciudad, del Grupo Tolmo, organizó con
la colaboración del ayuntamiento para descubrir nuevos talentos. Este fue el
punto de partida de su interés hacia las letras en contraposición a las
ciencias. Aunque era un individuo dotado para el cálculo mental, el álgebra, la
aritmética. En el instituto, bien por los profesores, bien por otros intereses
que no compartía con Euler, Fibonacci o Fermat, desconectó del mundo decimal,
fraccionario y de un largo etcétera de campos que lo dividen.
Con doce años aprendió y memorizó todos
los países del mundo con sus respectivas capitales, moneda, renta per cápita,
población, río más importante, sectores productivos y presidente.
Con catorce años entendía y hablaba
correctamente la lengua francesa, interesándose por las películas francesas en
versión original.
A los dieciséis años terminó un ciclo de
f.p. que le abrió las puertas del mercado laboral, aunque continuó aumentando
un currículum a base de más y más estudios, cursos, seminarios, carreras
universitarias... qué lo encumbraron dentro de su familia, de sus amigos, de
sus conocidos y de todos aquellos que le conocían en el barrio como una de las
personas más inteligentes que pudiera haber en España. Más de uno quiso
vislumbrar en él a un futuro ministro de educación o cultura o de las dos
cosas, pero a él la política no le interesó lo más mínimo y declinó cualquier
flirteo con cualquier partido.
Cuando cumplió cincuenta años y estando
de vacaciones en la casa de la playa comentó a su pareja la necesidad de
cambiar de muebles en el apartamento para dar un nuevo cambio a su vida. Le
dijo a su santa esposa que irían a echar un vistazo a Ikea para tomar ideas.
Una vez allí, y con las ansias infinitas de un niño, todo le gustaba. Deseaba
tener una mansión, como las que muestran los famosos en Malibú, Hollywood o
Honolulú para comprar todos los muebles que veía y amueblar las cerca de cien
habitaciones que tendría esa su imaginaria mansión.
Magdaleno tanteó a María Pilar para conocer los gustos de la santa y cuando
comprobó en cuáles coincidía con ella, le propuso cambiar su salón por aquel
que tenían ante ellos en la exposición. Magdaleno preguntó a la santa:
—Sí. No está mal.
—Pero, ¿está bien o está mal?
—Sí, está bien.
—Pero, ¿te gusta?
—Sí, me gusta.
—¿Tanto como para comprarlo?
—Sí, aunque no sé si debemos.
—¿Por qué?
—Porque debe ser muy caro.
—No, mira los precios. Si sumamos todo, no llega a los dos mil quinientos euros.
—¿No es mucho?
—Más sería comprándolos en otro sitio.
—Pero en otro sitio te los dan montados y te los llevan a casa y son más
buenos.
—¿Te parecen malos?
— Me parecen de Ikea.
—¡Anda, claro! Es que estamos en Ikea.
— Lo que quiero decir es que te los tienes que llevar tú, coger mucho peso,
que quepan en el coche y luego montarlos.
—Yo los montaré.
—¿Tú?
—Si todo el mundo lo hace, ¿yo no voy a saber?
— No digo eso.
—¿Entonces?
—¡Ay, mira, chico, haz lo que quieras!
En eso que viene una empleada de la tienda.
—¡Buenas tardes! ¿Puedo ayudarles en algo?
—¡Hola! Sí. ¿Cuánto cuesta toda la composición que estamos viendo?
—Toda, dos mil trescientos euros.
—¿Has visto, cari? Encima, más barato de lo que te he dicho.
— Ya —soltó el monosílabo la santa, como quien se tira un pedo tratando que
no suene.
—Nos los llevamos todos —dijo el señor Hiniesta a la dependienta.
María Pilar, viendo cómo se envalentonó el diestro montador de muebles
dijo:
—Echa el freno, Magdaleno.
—¡Eh! — solo pudo contestar Ícaro cayendo de las nubes.
—Llévate uno y si cuando lo termines te encuentras con ganas, venimos por
más.
CARLOS BUSTAMANTE BURGOS.
N.U.L. (38)
Durante
la guerra de independencia de las colonias americanas de Inglaterra, el apoyo
que tuvieron los colonos americanos por parte de Francia fue imprescindible
para que la misión tuviera éxito.
Lafayette
fue uno de los militares franceses que más contribuyó a la causa.
De las
trece colonias, hubo dos que no presentaron prácticamente ningún tipo de acto bélico
durante las contiendas militares por la independencia: Maryland y New Hampshire.
Lafayette,
estando en Annapolis, capital de Maryland, esperaba instrucciones de Washington
para su próximo movimiento militar. En Annapolis era donde se
almacenaban los suministros de las tropas estadounidenses y francesas. Durante
la independencia americana, Annapolis era la ciudad más cosmopolita y más
europea de todas las ciudades de todas las colonias. Habían adoptado las
costumbres y usos de Francia y la ciudad era una copia de muchas ciudades
francesas. Los ciudadanos de Annapolis, durante la corta estancia de las
tropas francesas en su ciudad, estaban más que encantados por el honor que les
brindaba la presencia de sus invitados redentores.
Lafayette
preguntó a Celsius Herbé, por aquel entonces una especie de alcalde de la
ciudad por un cuadro que colgaba en el recibidor de la entrada del
ayuntamiento. Le llamó la atención la belleza de la mujer pintada. Esa cara le
resultaba conocida, pero no conseguía recordar donde la había visto. Creyó que
se había cruzado con ella en la localidad, pero no sabía dónde. Preguntó por su
domicilio, por la familia de esta; quería saber si estaba casada y saber
cualquier dato por nimio que fuera del marido.
Le
decepcionó la respuesta del señor Herbé; le dijo que la bella dama había
fallecido hacía un siglo, que el amor de su marido por ella, Lord Baltimore,
hizo que este pusiese el nombre de su esposa al condado, Anne Arundel, y
también a la ciudad en la cual vivían, Annapolis. A Lafayette le interesó mucho
lo poco que el edil sabía de la bella mujer. También le contrajo saber que no
podía visitar la tumba de la dama; había fallecido como su esposo en tierra
inglesa.
Esa misma
noche, Lafayette soñó con la mujer. Esta le avisó del peligro que corría su
vida y que debía ante todo desconfiar de los alemanes. Le extrañó notablemente
que en tres veces le hablase de los alemanes cuando la guerra era contra los
ingleses. Al día siguiente se interesó por buscar un libro de gramática alemana
hasta que finalmente lo encontró. Se interesó tanto por esa lengua extranjera y
se abstrajo del mundo exterior que rehusó comer y cenar, no durmió durante una
noche y al día siguiente, nuevamente ayuno hasta que llegada la noche y con el
ridículo objetivo cumplido de tener que leer algo que a la vez que desconocía y
le fascinaba. Aprendió fonéticamente las palabras alemanas. Se interesó por
conocer si en la ciudad había un ciudadano de origen alemán. Nadie conocía a
ningún habitante que fuera de origen alemán. Por la noche, siendo la hora de la
cena e intentando recuperar las comidas perdidas, alguien golpeó la aldaba de
la puerta. Un caballero alto y pelirrojo se encontraba al otro lado. Se presentó
como alguien que Lafayette deseaba ver. Cuando dieron noticia a Lafayette de la
presencia del hombre, este recordó las palabras del aviso onírico de Lady
Baltimore, temiendo que este acabará con su vida. Aunque deseaba reunirse con
un alemán debido a su interés por la lengua germana, también percató a sus
soldados de la presencia de este y les pidió máxima atención por si este
pretendía atentar contra él. Una vez cacheado y registrado lo hicieron pasar al
comedor, lugar donde Lafayette se encontraba. No tuvo nada que temer durante
esa noche que se convirtió en día. Lafayette era un individuo con un fácil
aprendizaje para las lenguas. Ya lo había hecho con el inglés.
Meses más
tarde, las tropas comandadas por Lafayette se enfrentaron en Delaware a los
mercenarios hesianos. Información es poder; quien la tiene, tiene una ventaja
sobre el enemigo. Linke flanke, linke flanke. Linke flanke, se oía repetidamente
una y otra vez. El comandante supo reaccionar y el aprendizaje exprés del idioma
alemán salvó la vida suya y la de sus hombres.
Años más
tarde cuando nació su primera hija, decidió llamarle Anne.
-La niña
se va a llamar Henriette, como mi madre. -dijo de forma airada y con cierto que
demostraba más que celos añadió-. Anne, ¿se puede saber quién es Anne?
-Es una
larga historia. Anne es alguien muy importante en mi vida.
-Más que
mi madre, no creo. Más que mi madre no hay nadie que sea más importante
El
general dijo con autoridad: «en esta
casa mando yo y punto».
-Tu
mandarás mucho en el campo de batalla, pero te aseguro que la que manda en casa
soy yo. La niña se llamará Henriette y, ahora sí, punto, pero punto final. -Y
efectivamente, la primera hija de Lafayette se llamó Henriette; la segunda,
Anastasia Louise, como la tía de Adrienne, la sufrida esposa de Lafayette.
Como las mujeres son más inteligentes que los
hombres, hizo creer a su esposo que se salía con las suyas, ganando finalmente
contra ella la guerra por los nombres, ya que le permitió llamar al tercer hijo
y primer varón, Georges Washington.
Una vez
bautizado el pequeño, Lafayette le hizo la siguiente observación a su esposa:
-Querida
se pierde una batalla, pero no la guerra. No te preocupes, habrá más, ¿no?
-Vale,
vale, lo que tú digas. Ahora, déjame que tengo que elegir el color de las
nuevas cortinas.
-¡Qué más
da, querida! Azules, como las que hay ahora.
-Me
gustan más, rosas.
-A mí,
azules -dijo con énfasis el valeroso general. A lo cual su pequeña, pero
intrépida mujer no llegó a achantarse para responder:
-Y si te
digo que mi madre las tiene rosas.
CARLOS BUSTAMANTE BURGOS.
N.U.L. (37)
El uno de
agosto de mil novecientos treinta y ocho, un mes antes del estallido de la
guerra, Samuel Bauer comenzó a trabajar como representante de lencería de la
marca Hugo Boss. Los dos primeros años, a pesar de encontrarse sumidos en la
guerra, fueron prósperos en ventas para Samuel y, por ende, para la marca.
Para
recorrer las grandes distancias que separan unas ciudades germanas de otras no
tenía más remedio que tomar el tren. De todos modos, él no contaba con
automóvil.
Una
tarde, y viajando en un vagón, remontándose a su infancia, recordaba cómo y
cuán injusto llegó a ser cuando se metía con los compañeros de colegio, siempre
contra los más débiles. Recordaba cuando acosaba al pequeño Helmut y le decía
una y otra vez que era mariquita porque era como su padre, que también era
mariquita y que le gustaban los hombres. También le venía a la memoria otra
vez, que hicieron llorar él y Gustav a Arno, un alumno de dos cursos
inferiores; le hicieron ir por la calle con una peluca y un vestido de mujer
que Samuel le quitó a su madre. En ese momento que la imagen de Arno le hizo
esbozar una pequeña sonrisa, el tren paró en Dūsseldorf. Subieron unos soldados
pidiendo la documentación a todos los viajeros. Cuando llegaron a su lado,
Samuel empezó a sudar y a hacer movimientos extraños que denotaban un
nerviosismo que no pasó desapercibido a los gendarmes alemanes. Uno de ellos,
con mirada inquisitoria y voz de ultratumba, le ordenó que le mostrara la
documentación. Una vez que se 'desprendió' de la documentación, cual ascua
ardiente, otro soldado, mirando a la maleta que había dejado sobre su cabeza en
el portaequipaje, le pidió que la bajará y la abriese. Ahora, con más pausa, y
hasta indecisión, titubeó ante los ojos opresores de sus vigilantes. De nuevo,
una orden, al compás del taconazo de la bota del soldado más nervioso, retumbó
dentro del vagón. Los ojos del resto del pasaje se clavaron en la persona de
Samuel. Ahora, este, con sudores que manaban a chorros manchando su camisa,
negaba con la cabeza mientras permanecía en silencio. Un saldado, arrebatándole
la maleta de sus manos, con cierto forcejeo, la abrió, a la vez que el
representante del textil, cual avestruz, metía la cabeza entre sus piernas. El
otro soldado le levantó la cabeza con violencia tirando del cuello de la
chaqueta para que fuera testigo del contenido de la maleta que ellos también
estaban viendo, pero de forma atónita.
-¿Esta
maleta es tuya?
-Sí, pero
no es lo que parece.
-Pues lo
que parece es que eres uno de esos degenerados maricones.
-No es mío.
-¡Ya! Es
de tu novio, ¿no?
Samuel,
bajando del tren a empujones, lloraba con la misma impotencia que Helmut y
Arno, pero con treinta años más.
CARLOS BUSTAMANTE BURGOS.
N.U.L.(36)
Kyriakos Sakellaropoulou, saltador griego y
representante de su país en los mundiales de natación, a punto de realizar el
último salto en la prueba de gran salto, concretamente veintisiete metros de
altura, y a falta de dos participantes, tan solo debía asegurar con este su
último salto para ser bronce o arriesgar si quería optar al oro.
CARLOS BUSTAMANTE BURGOS.
VÍDEO Nº 2 De la colección ANTÁRTICA POÉTICA Canal de YouTube ¿No cesará este rayo que me habita el corazón de exasperadas fieras y de frag...