martes, 27 de julio de 2021

MÁS Matemáticas

N.U.L. (40)

Marco Aurelio Sisa con treinta años obtuvo la cátedra de matemáticas prácticamente a la par que el doctorado. Público innumerables libros, pronto fue reclamado para escribir una columna en diferentes medios escritos digitales y en papel. Su fama fue exponencial con el paso de los años debido a su mente privilegiada. Cuando una cadena de televisión nacional se interesó por su persona más que por su trabajo, por su capacidad de razonamiento y su oratoria se convirtió una de esas caras famosas que, después de estar presente en televisión por algo más de un año, era conocido por todos los miembros de cualquier familia. Una empresa se interés por su persona y negociaron con él un contrato que fue más ventajoso para el matemático que para la empresa. Los directivos de la misma pensaron que, como en otras muchas ocasiones, hacerse con los derechos de imagen de un personaje de ficción o real, les haría ganar mucho dinero con el merchandising a costa de la imagen del mismo, pero MAS, Marco Aurelio Sisa, en eso de las cuentas jugaba con ventaja; y aunque les hizo ganar mucha ‘pasta’, el que, de verdad, se forró fue MAS. Este, a imitación del sabio Sissa, inventor del ajedrez, (quien sabe si no fue un familiar muy lejano, por eso del apellido, aunque su apellido siempre fue un lastre para él; todo el mundo le preguntaba, al conocer cómo se apellidaba, si era familia del famoso Jaume Sisa) ‘renunció’ a la parte pecuniaria del contrato a cambio de que por los primeros cien mil euros de negocio se le diera solo uno; cuando la empresa generara sus segundos cien mil euros, le deberían entregar dos; los terceros cien mil euros, le reportaría cuatro; los siguientes, ocho; y así sucesivamente, siempre multiplicando por dos la cantidad anterior.

La empresa se vio en la necesidad de rescindir el contrato cuando empezó a ver que los beneficios del matemático se comían los suyos. Tal vez por incompetencia empresarial (matemáticamente hablando), tal vez por la poca fe de los directivos en la nueva estrella televisiva, no calcularon bien que cuando la empresa llegará a los dos millones y medio de facturación, el matemático los habría alcanzado.

Llegado ese momento, abogados de por medio, la firma se vio en la necesidad de rescindir el contrato ya que el joven matemático se negó a renegociar otro quedando de este modo libre para volver a negociar con otra nueva empresa.

MAS obtuvo diez millones por rescisión de contrato. Hubo otra segunda marca que cogió el relevo, y otros diez millones. Hubo una tercera empresa, una multinacional americana que creyó llevar mejor los negocios que los europeos —ya que consideran a los europeos personas idealistas, amantes del humanismo, pero menos prácticos que ellos—. Resultado final: que volvió a obtener otros diez millones de euros. Ahora, acaba de firmar con un holding chino y para celebrarlo ha invitado a su pareja, Assumpció Solá, a cenar fuera.  A lo largo de la cena, como tantas otras veces, Assum le pregunta si es moral lo que hace: eso de beneficiarse así, de ese modo de las personas.

—¿Por qué no? — pregunta él a su vez.

—Porque juegas con ventaja.

—¡Ah! Yo creía que eran las multinacionales las que jugaban con ventaja. Yo no diría que juego con ventaja, sino, sencillamente, que soy listo.

—¡Ya!, listo. Es una manera de engañar a la gente.

—Solo se engaña a quien se deja engañar. Cuando alguien es listo, tiene los pies en el suelo y sopesa los pros y los contras de cualquier situación que se le plantee en la vida; y así nunca nada ni nadie te puede engañar.

Terminada le cena, Assum le propuso ir a bailar; no quería llegar a casa tan pronto. A MAS le pareció una idea horrible, ya que al día siguiente tenía clase a primera hora en la facultad, pero no quería defraudar a su mujer. Sacó ánimos de flaqueza para ir a mover el esqueleto; tomar una copa, que seguramente, luego, serían dos o tres; y mantener la calma sabiendo que al día siguiente la resaca y el descansar poco le pasarían factura. Ideó un plan para luego no andar buscando aparcamiento en las inmediaciones de la discoteca: irían en taxi allí y a casa, después también. Mañana ya se encargaría él de venir a buscar el coche.

Ya en el taxi, camino de la disco y repasando el ticket del restaurante, se percató de que le habían cobrado de más, cosa que le molestó, le ofendió y le trastocó la noche.

— ¡Me cago en todo lo que se menea! Te puedes creer que se han equivocado en la factura.

—¿A favor o en contra? —pregunto Assum.

— En contra. Si no, no me pondría así. Mañana iré y les reclamaré. ¡Vaya, que sí les reclamo!

—¡Vamos, que quererte engañar a ti! ¡Ya les vale! —dijo Assum con cierta sorna.


En la disco, mientras les servía un camarero en el reservado que les habían otorgado, una vez sentado a la mesa y con los pies en otra butaca, (cosa que Assum no soporta ni en casa ni fuera de ella) repasaba el ticket del taxi y contando la vuelta comprobó que el taxista también le había cobrado de más.

— ¡Me cago en su p... m....!

—¿Qué pasa ahora?

—El taxista, que también se ha equivocado con la vuelta.

—¡Vamos que te ha engañado también! Pero, ¿estás seguro? Lo mismo se te ha perdido el dinero, se te ha caído...

—No, no. De caerse nada. Qué me ha estafado el muy c..... con la vuelta. ¡A mí! ¿Te lo puedes creer? A mí.

— Pues ten cuidado y baja los pies de la silla, como decías antes, para tenerlos en el suelo, no vaya a ser que el camarero también te engañe.


         CARLOS BUSTAMANTE BURGOS.

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