jueves, 29 de julio de 2021

EL 'Messi' del Decathlon

N.U.L. (42)

Leonardo Mesa Romero—Gil era un apasionado del deporte, capaz de volcar todo su intelecto, entusiasmo y fuerzas en cualquier causa deportiva. Practicó todos los deportes del mundo, se federó en todos los deportes existentes en su ciudad. Como todos los críos de su edad comenzó dando patadas detrás de una pelota. Luego las patadas fueron al cuerpo, ya que cambió el fútbol por el judo, karate, taekwondo y otras especialidades asiáticas difícilmente pronunciables. De ahí, dio un salto, y nunca mejor dicho, al atletismo, salto de longitud y salto de altura, pero como se le hacían poco las pruebas, fue remontando en esa carrera en el mundo deportivo al triatlón, pentatlón y decatlón. Probó con los saltos de equitación, con la doma y con las mismísimas carreras de caballos. Ni que decir del dineral que se gastaba en ropa, equipación, utillaje, maquinaria, etc.

Leonardo era un tipo muy peculiar; siempre vestido con prendas deportivas y haciendo exhibición de las diferentes camisetas de los equipos de fútbol de primera división. En el barrio le llamaban Leo Messi, por eso de la coincidencia de su nombre y apellido, Leo Mesa y Leo Messi. A él le daba igual, mientras no le insultaran como cuando era pequeño, que le llamaban ‘Me-sa-olvidao’ porque Leonardo, como he dicho antes, todas sus capacidades las retenía para el deporte, haciendo carencia de ellas en lo que de verdad importa: en los estudios y en el día a día. Era un tipo olvidadizo y muy despistado. De pequeño se perdió en numerosas ocasiones; y es que de casta le viene al galgo, sus padres también eran gente olvidadiza. Era una maldición familiar que se perdía en la noche de los tiempos, remontándose a abuelos y bisabuelos.

La última decantación en temas deportivos fue el skateboard. Viendo a los chavales cómo dominaban la tabla y la maestría de estos para saltar a grandes alturas con ella, se decidió por comprar la equipación completa: guantes, casco, rodilleras, coderas, palmeras. Antes, se empapó de cientos de horas delante del ordenador; y finalmente, decidió que necesitaba el asesoramiento de un especialista. Se dirigió a la tienda Decathlon más próxima y tras marear y acaparar para sí a un dependiente por más de tres horas, este para quitárselo de encima le dijo que probará la tabla con cuidado dentro del establecimiento mientras él iba a hacer 'una cosa,' le dijo.

Leo, pronto cogió el tranquillo al manejo del board, de la postura corporal y de los giros. Los pasillos se le quedaban pequeños, y como era última hora y la afluencia de compradores había desaparecido, se decidió por tomar mayor velocidad hasta que en uno de esos lances del deporte tomó mal una curva y se estrelló, golpeándose la cabeza y quedando oculto entre varios palés que un camión acababa de descargar.

Concluyendo y a lo que vamos, que la tienda cerró, los empleados se marcharon y el quedó inconsciente espatarrado con las piernas hacia arriba entre los dos palés de mayor tamaño.

Cuando despertó de su letargo, la más oscura noche se cernía ante él, rota por los luminosos de las salidas de emergencia. En cuanto se puso en pie y tomó dirección a las puertas, las cámaras de seguridad detectaron sus movimientos. Las puertas estaban cerradas a cal y canto, pero comprobó que una de ellas cedía ligeramente. Pensó que si tomaba más impulso podría abrirla y así hizo, pero la puerta no se abrió. En cambió él se lastimó toda aquella parte del cuerpo con la que había cargado contra la puerta. Determinó que sí se ponía varias camisetas a especie de muñeco Michelin ya no se haría tanto daño. Empezó con diez camisetas y ante el dolor, aunque menos, que seguía experimentando con sus embestidas sobre la puerta, se calzó otras diez camisetas. Ahora, el dolor no era tan fuerte, pero seguía doliendo. Sabía que la puerta de un momento a otro terminaría cediendo y se abriría. El resultado fue que hasta que su cuerpo no llegó a alcanzar la cifra de cincuenta camisetas que lo engulleron cual arenas movedizas, la puerta no se abrió. Al otro lado de la puerta se encontraban varios coches zeta. Cuando Leo vio a los policías apuntando directamente hacia él le entraron unos sudores extremos que unidos al calor de todas las prendas que portaba y a la descomposición de tripas que le entró, creyó morirse. Tal vez, le habían pegado un tiro y esa era la sensación fruto del disparo, pero mucho más lejos de cualquier pensamiento suyo; se había cagado encima y el olor era insoportable. La policía no daba crédito a lo que veía y olía. Cuando pudieron reaccionar le pidieron que levantará las manos, cosa que no hizo falta porque el mero hecho de haberse embutido cincuenta prendas le obligaba a adoptar esa postura, aunque no quisiera.

—Identifíquese —dijo un policía poniendo la misma voz que ponen los actores en las películas.

—Me llamo Leo Messi —dijo el amante de los deportes.

—¡Ya! Y mi padre, Cristiano Ronaldo.

 CARLOS BUSTAMANTE BURGOS. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿No cesará este rayo? MIGUEL HERNÁNDEZ

 VÍDEO Nº 2 De la colección ANTÁRTICA POÉTICA Canal de YouTube ¿No cesará este rayo que me habita el corazón de exasperadas fieras y de frag...