ARTÍCULO SOBRE LA ESCRITORA NORTEAMERICANA DOROTHY
PARKER.
Título: Dorothy Parker.
Subtítulo: El
origen del mito. El origen de la Generación perdida.
Autor: Carlos Bustamante Burgos.
Mucho se ha hablado y
escrito sobre Dorothy Parker, pero ¿quién era Dorothy Parker en realidad?, ¿por
qué trasciende esta en una generación plagada de estrellas?
Su poesía, marcada por sus
intentos de suicidio; su imagen —unida al whisky y al cigarrillo— en una
vida excéntrica y siempre decadente; y sus críticas, con artículos polémicos
y pendencieros.
Siempre rodeada por
figuras como Scott Fitzgerald, Dos Passos y Hemingway. Se la veneraba y odiaba
a partes iguales, pero en lo que sí coincidían todos era en el temor que los
infundía. Nunca se casaba con nadie. Nunca decía nada a medias tintas. Dorothy
Parker es un mito de la «generación perdida» gracias al personaje, que
trascendió a su obra literaria; y no sería hasta pasado un tiempo que su obra
literaria fuese juzgada con justicia.
Dorothy Parker fue una
mujer de apariencia frívola y alegre, pero tras esa apariencia se escondía una
mujer siempre en caída. Obras como La soledad de las parejas o El
banquete de palabras no solo está fotografiando a una sociedad sin rumbo,
sino a su infierno personal con ese deseo constante de la muerte.
Guionista en Hollywood y corresponsal en
España durante la Guerra Civil, Dorothy Parker fue
una mujer que se hizo a sí misma gracias a sus dotes intelectuales, a su
ingenio y a la mordacidad de sus críticas en Vogue o Vanity Fair que realizaba
de esa América que quería romper con la herencia europea. Huérfana de
madre a los cinco años y de padre a los veinte, quedó marcada por dos sucesos:
el primero, un triple conocimiento muy cercano de la muerte (la de su madre, la
de su padre y la de su tío paterno que falleció en el hundimiento del Titanic)
y del sabor efímero de la felicidad; y el segundo, con dieciséis años, entrar a
trabajar como pianista en una escuela de baile, lo que le hizo conocer el lado
más frívolo y loco de la vida.
La
muerte de su madre junto al carácter de una mujer ultracatólica (la segunda
esposa de su padre) le haría perder todo tipo de fe y la visión idealizada de
una vida puritana. Esto forjaría su carácter y su actitud ante la vida.
Escribe poemas para evadirse de una realidad que no le gusta, que le ha privado
de su madre y que más tarde también le privaría del padre. Es precisamente, un
año después de la muerte de su padre cuando decide en 1914 vender sus poemas a
Vanity Fair. Le compran un primer poema y madura la idea de vivir escribiendo
en los medios. Sabe que vivir de la venta de poemas es difícil, aunque sea lo
que ella quiere hacer, a lo que se quiere dedicar. También sabe que es más
fácil vivir como colaboradora de cualquier revista. Bien mirado, también es
escribir y vivir de la escritura.
De este modo, utiliza,
a modo de tarjeta de presentación, la publicación de su poema Any Porch
en Vanity Fair para pedir trabajo como redactora en la revista Vogue que también pertenecía al grupo empresarial Condé
Nast. Tres años más tarde cree que la felicidad no le está vetada porque
se dan dos acontecimientos que, a sus ojos, la colman de felicidad: sustituye a
P.G. Wodehouse como crítica de teatro en Vanity Fair y se casa con el
corredor de bolsa Edwin P. Parker. Tras diez años de infeliz matrimonio se
divorcian. De él mantuvo para siempre su apellido, con el que ha pasado a la
Historia.
Mientras crecía
su prestigio como crítica, con frecuencia escribía sus breves, pero incisivos
poemas en las páginas de los diferentes medios en los que trabajaba. En 1926,
publicó su primer libro de poesía, Enough Rope , que inmediatamente se reveló
como Best seller. Más tarde se sucederían Sunset Gun (1928)
y Death and Taxes (1931).
La poesía de
Parker refleja sin lugar a duda su brillantez, pero también por la eterna
crisis en la que vivía constantemente.
¿Pero qué fue
lo que le hizo trascender a una época?, ¿qué fue lo que le hizo ser
representante de la generación perdida?
Parker con
un verso “flapper” (ligero) supuso una punzada para parte de una sociedad
estadounidense conservadora que veía con malos ojos la visibilidad de la mujer
en una sociedad marcada y dirigida por los hombres.
Las flappers
eran las chicas que bailaban, iban a fiestas,
iban a la moda, eran chicas cínicas, frescas, descaradas, seguras de sí
mismas y de una vitalidad. Fueron fruto de los locos años veinte, una época
marcada por la prosperidad económica tras la PGM, el inconformismo, el deseo de
ser libre, de vivir y disfrutar de la vida, la creatividad, la nueva
sexualidad, la moda…
Estados Unidos buscaba su
propia idiosincrasia y se alejaba cada vez más de la herencia del viejo
continente, reminiscencia de un pasado que querían perder de vista.
Norteamérica quería liderar un mundo nuevo, marcado por el pragmatismo y la
democracia.
Hay un acontecimiento que
marcó un antes y un después, fue el retorno de las tropas americanas
enviadas al frente durante la Primera Guerra Mundial, especialmente a
Francia. Tropas compuestas por más de cuatro millones de jóvenes.
El nuevo sueño americano
exigía romper con la tradición y articular un estilo de vida que poco tenía que
ver con el mundo de los pioneros basado en el ahorro y en la moral puritana. La desilusión por los horrores de la guerra, el
rechazo a los valores de la generación anterior (patriotismo, coraje,
masculinidad), la decadencia, la visión distorsionada “del sueño
americano”, los roles de género, etc., hicieron que una generación completa buscase
el lado hedonista e inconformista de la vida, criticando lo que no les
gustaba de la sociedad puritana en que vivían y luchando por los derechos que
creían tener mermados.
Para Parker, Hemingway y
otros escritores de la generación perdida París fue una fiesta; por contra,
para el puritanismo era una ciudad de pecado y perdición.
La lucha contra las modas
y modismos traídos de Francia, los inventos de la época, la nueva música, la
«Era del Jazz, blues y Charleston», el consumo de drogas, la Ley seca —en
vigor entre 1920 y 1933— quebrantada con la connivencia de las autoridades, la
cruzada contra cualquier atisbo de liberación sexual, la censura en los
estudios de Hollywood … eran mecanismos que pretendían poner freno a las nuevas
costumbres de la juventud por parte de un puritanismo que militaba entre los
republicanos y demócratas.
La juventud se familiarizaba
con nuevas experiencias sexuales como el petting, en un mundo poblado
por las flappers. Se pusieron
de moda los petting parties (fiestas
de tocamientos), donde jóvenes de
ambos sexos se reunían para un intercambio de besos y caricias, sin llegar a la
penetración; y siempre bajo la presencia del resto de invitados.
La juventud, también se dejó
arrastrar por el mundo de la drogadicción; muchos de los soldados
heridos en el frente se hicieron adictos al uso de estas. Esto fue abarcando
también a aquellos jóvenes que nunca las necesitaron como distinción, moda o
estatus social en un principio, para posteriormente generalizarse en todas las
clases sociales.
Los Estados Unidos se convirtieron
en líderes de la economía mundial tras la Primera Guerra Mundial. El «estilo
de vida americano» se caracterizaba por el consumo (automóviles, comida,
vestido, electrodomésticos…), estimulado por la publicidad y facilitado por el
crédito personal o las ventas a plazos. También se convirtieron en objetos de
consumo: los espectáculos (cine, deportes, teatro); la alta costura; y la
asistencia a clubes y salas de baile (jazz, charleston, blues).
En Estados Unidos, estos
valores del éxito, la iniciativa y el esfuerzo individual impulsaron una
búsqueda de la “felicidad” que se podía comprar e incluso a plazos. La
pobreza y el fracaso se interpretaban como signos de pereza, falta de
inteligencia, debilidad e incompetencia.
Dentro de los grupos, en
un primer momento, elitistas o si se quería formar parte de estos se debían
adoptar todas las modas, usos y costumbres, entre ellos el del consumo de
drogas: opiáceos, heroína, morfina, cocaína, efedrina… La droga les daba un
aporte extra de felicidad; el alcohol, experimentar la sensación de
quebrantar la ley establecida dominada por los grupos puritanos.
Grupos puritanos como
YMCA e instituciones universitarias diseñaron toda una red de instalaciones
deportivas y gimnasios para alejar a la población del alcohol y otros pecados creando
una imagen del joven perfecto, simbiosis del boy scout y el atleta
cristiano.
Los jóvenes universitarios
que deberían destacar solo en los campos de fútbol se encontraron con unas
chicas nuevas –las flappers– que brillaban en las pistas de baile al
ritmo de las grandes bandas de la época (Count Basie, Tommy Dorsey, etc.).
Tanto las canchas
deportivas como las salas de baile se convirtieron en escaparates de unos
jóvenes bellos, elegantes y seductores que rompían con el pasado de sus padres.
Los grupos puritanos que
moldearon a los jóvenes hombres en el deporte y en el esfuerzo no habían
contemplado que iba a surgir un nuevo tipo de mujer que respondía a la nueva
modernidad. Se trataba de una mujer —la flapper— que fumaba, bebía, se
maquillaba, se perfumaba, llevaba el pelo corto, vestía elegantemente, practicaba
deporte, frecuentaba piscinas y playas, y bailaba al son de unas nuevas músicas
indecorosas.
La mujer que trabaja codo
con codo junto a los hombres en empresas y oficinas reclamaba el sufragio
universal; era una nueva mujer que quería romper con el siglo anterior.
La mujer comparte
diversión en las salas de fiesta con el hombre, hace gala de coquetería,
contempla una sexualidad libre al margen de la procreación, sin demasiados
compromisos y que incluso –es el caso de Dorothy Parker– llega a abortar.
Philipp Blom, en su libro Años
de vértigo, califica al flapperismo como una corriente alegre y libre,
entre el hedonismo y el nihilismo, que coincide con los «felices años veinte»,
con nuevos ritmos musicales (jazz, charlestón, etc.) y nuevas costumbres
sexuales.
La flapper es una
mujer atractiva que encuentra un icono en una imagen publicitaria: la de Betty
Boop inspirada en la cantante Helen Kane, una verdadera flapper que,
según Blom, se convirtió en símbolo de la feminidad durante la depresión.
Este nuevo tipo de mujer tenía
sus propias publicaciones dedicadas a la moda, al estilo, a la vida de sociedad y se
editaban en Nueva York y en ellas colaboró Dorothy Parker, como Vogue y Vanity
Fair.
Las flappers fueron
precursoras de las pin-up, modelo de mujer desenfadada y atractiva que
además de ilustrar los calendarios se impuso a partir de la Segunda Guerra
Mundial. Una de ellas, la actriz Betty Grable.
Dorothy Parker fue una
mujer flapper que escribió desde publicaciones para mujeres flapper.
Luego más tarde como freelance siguió con sus escritos dirigidos a un
público flapper que tendría que asentar día a día las bases de la
igualdad. Las mismas por las que ella luchó durante toda su vida; y que como
colofón de una vida de lucha contra las injusticias legó todos sus bienes, en
testamento, al Movimiento de Martin Luther King.
CARLOS BUSTAMANTE BURGOS.