sábado, 3 de julio de 2021

Admiración por las pirámides

N.U.L. (11)

Inmaculada y Fernando eran una pareja que como tantas otras, cuando estaban con los preparatorios de su boda, decidieron y planificaron su luna de miel al Caribe. Concretamente a México. Pensaron que ir al caribe y quedarse solo en el complejo hotelero (Ahora la gente snob dice Resort.) era un poco vago y que cuándo se verían en otra para poder viajar de nuevo allí., que seguramente se arrepentirían de una decisión que les pudiera ahorrar unas pocas pesetas. Entonces tiraron la casa por la ventana y contrataron mil y una excursiones para visitar: hicieron un tour en todoterreno, saltaron a un cenote, visitaron Tulum, hicieron snorkel en Arrecife, se bañaron entre delfines, hicieron miles de compras en las tiendas de Playa del Carmen, viajaron en catamarán a la isla Mujeres, asistieron a una cena mariachi…

Eran muchas actividades, muchas comidas  (la mitad de ellas picantes), muchas bebidas en el todo incluido (la mayoría de ellas mojitos y caipiriñas)… En ninguna foto salían posando ante edificios históricos, ante templos históricos o ruinas mayas o aztecas (que para el caso, a muchos turistas les parece lo mismo.) Fernando propuso una visita a Chichén Itza. Inmaculada que no sabía lo que era ‘eso’ y enamorada de su recién estrenado marido dijo que lo que él dijera. Dicho y hecho. Al día siguiente, 15 de mayo (San Isidro en España), y con una temperatura asfixiante de treinta y cinco grados, la joven pareja, junto con otras veintitantas parejas jóvenes, se montaron en un autobús sin aire acondicionado con destino a las famosas ruinas mayas.

La pareja, que el día anterior gozaban de plena salud, se encontraron con la maldición de Moctezuma, él; y con la incomodísima e inoportuna menstruación. Las cosa empezaron mal desde un principio Y se tronaron en peor después. A multitud de mendigos ocasionales pidiendo limosna, se les sumó la pléyade de vendedores ambulantes que por allí pululaban cual moscas en el rabo de la vaca. Tuvieron un intento de robo que se quedó en nada ya que al carterista le pillaron, pero bien ‘de marrón’; más tarde, ‘les clavaron’ al pedir unas bebidas y para ‘más inri’, cuando todo parecía llegar a su término y enfilar junto con los demás la subida al autobús se les acercó un individuo que les dijo que la empresa ‘autobusera’ quería reponer  la falta cometida con ellos al transportarlos en un autobús hacinado y sin aire acondicionado. Fernando que siempre desconfiaba de quien daba duros a pesetas declinó por varias veces la invitación de ‘ tan amable samaritano’, sugiriéndole que se lo ofreciera a gente más necesitada que ellos. Más tarde supieron que las mafias locales hacían eso con los turistas que mostraban mucha ‘plata’ en público y que lo mejor que les podía pasar es que les dejaran abandonados en medio de la selva tras haber sido desvalijados.

Fernando era un tipo estoico que minimizaba cualquier imprevisto y para quitar hierro al asunto, una vez a salvo y en sus aposentos del ‘gran resort’, quiso enseñar las fotos  inmortalizadas por la cámara de la que el varón hizo ostentación en el viaje a Chichén Itza.

Ven cariño. ¡Mira qué foto más bonita de las pirámides!

¿Pirámides? ¿Qué pirámides?, si eso era una mierda de pirámide. No había más que piedras. ¡Me cago en las putas piedras!

¡Mujer! No digas eso de Chichén Itza.

Pues me cago en ti, ¡gilipollas!


CARLOS BUSTAMANTE BURGOS.

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