N.U.L. (2)
Antonio Jiménez Losada, guardia de una empresa de seguridad privada, cuando era joven le parecía extravagante la forma en que los mayores mostraban su dolor o las condolencias hacia los sufridores huérfanos, viudas y demás cohorte de allegados, arrimados o parientes carnales. No podía comprender cómo se llegaba a esa acumulación de dolor durante el estrenado luto. Cuando ya tuvo cierta edad empezó a sucederse ante sus ojos un desfile de familiares hacia la otra vida. Primero fue su tío Crescencio —dicen las malas lenguas que fue por el SIDA; había sido siempre un putero de cuidado; más tarde, fue su abuela Fede, aunque la moza llegó a rozar la noventena; finalmente, y a un paso más acelerado, se fueron sucediendo las muertes de sus padres, de sus tíos, algún que otro sobrino… Hoy llora más que nadie cuando fallece alguien de los suyos y lo hace como un gato que se agarra a la corteza de un árbol con todas sus uñas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario